conciertoAdemás de mirar aguas abajo para ordenar el papel de los ayuntamientos y las diputaciones y de revisar los cauces para encajar bien el papel del Gobierno central de España en nuestro país, una tarea si cabe más importante es fomentar la europeización de Euskadi y la racionalización del papel del Gobierno de la CAPV ante la Unión Europea.

En esta línea, habrá que ir reforzando, con mayor aplomo, mecanismos de diálogo bilateral en Europa orientados a obtener auténtica presencia en el proceso de toma de decisiones europeas por parte de las instituciones vascas competentes, en aquellas cuestiones que le son propias y exclusivas y que no necesitan de intermediación de otras autoridades del Estado diferentes a las vascas.

La Unión Europea es el ámbito institucional superior del que depende la regulación, orientación y dinamización de muchas de las competencias cuya gestión detenta en exclusiva la CAPV y, en particular, el Gobierno vasco. En Bruselas se cuece buena parte de las cuestiones que nos afectan y, sin conocer buena parte del trabajo que se desarrolla en este plano, el enfoque que ha habido hasta la fecha parece que tiene más que ver con funciones de representación (Oficina Vasca en Bruselas) que con funciones de negociación y participación en la configuración de las políticas europeas y en el proceso de toma de decisiones.

La presencia de consejeros y altos cargos del gobierno en reuniones con los comisarios europeos correspondientes se me antoja que ha de ser mucho más constante de lo que es o de, al menos, lo que trasciende. La visión para ello de los consejeros del Gobierno debe ser una visión europea, internacional y global. Deben conocer idiomas para favorecer la comunicación con sus homólogos europeos. Deben liderar equipos no sólo habituados a las relaciones con agentes externos al mundo vasco sino también dispuestos a incorporar el vector Europa en sus políticas locales.

No se entiende muy bien hacer un Plan de Ciencia y Tecnología o un Plan de Lucha contra el Cambio Climático, que, al fin y a la postre, son los compromisos del país con esos grandes retos, sin ganarse la total complicidad con los respectivos responsables de la Unión o, al menos, sin que estos conozcan de primera mano lo que aquí estamos planteando. Eso exige hablar con ellos, contrastar las cuestiones principales, incorporar sus sugerencias. Lo mismo para otros grandes retos de nuestro país que no son diferentes que los que tiene el conjunto de Europa: el envejecimiento, la gestión de la sanidad, el modelo educativo o la competitividad industrial, entre otros muchos.

Todas estas sugerencias que se esbozan en estas líneas no son sino simples opiniones basadas en intuiciones y precepciones personales. No pretenden convencer a nadie porque seguramente no hay nadie que quiera ser convencido. Son ideas que vuelan por mi cabeza seguramente mediatizadas en buena medida por mi propia idea de un país federado en Europa pero profundamente ancladas también en la mera razón y la simple eficacia.