Desde la aparición del primer navegador web allá por inicios de los años 90, nuestras realidades han sufrido transformaciones a niveles y velocidades sin precedentes.

Internet no solo ha modificado las estructuras que rigen las relaciones sociales y como nos comunicamos entre nosotros, también ha revolucionado la manera en que accedemos y almacenamos información.

Estos dos grandes ejes de transformación, los cuales son plenamente intangibles, parecen estar protegidos por un aura de impunidad ambiental. Precisamente por este carácter intangible se genera una falsa sensación donde nadie considera que un simple mensaje de “Buenos días” por WhatsApp puede estar generando emisiones de hasta 0,2 gramos de dióxido de carbono.

Para aquellas personas que no tienen un contacto directo, por su profesión o interés, con el mundo del dato, es complicado ser consciente de la estructura necesaria para que internet funcione y que cualquier usuario tenga la posibilidad acceder a todo tipo de información a cualquier hora y casi desde cualquier punto geográfico. En este sentido lo intangible cobra tangibilidad al conocer la existencia y el funcionamiento de los centros de datos. Un centro de datos se define como una instalación física y centralizada donde empresas o entidades con altas cantidades de información alojan sistemas informáticos, equipos de red y el hardware necesario para sus procesos (esto incluye su conectividad a Internet).  En datos reales, se calcula que las emisiones de carbono generadas por estos centros de datos representan ya mas de un 2% de las emisiones mundiales. Es cierto que a día de hoy algunos de estos centros han tomado la decisión expandirse mediante el uso del cloud o nube con el fin de mejorar sus prestaciones o capacidad de almacenamiento. 

Sin embargo, estos centros de datos basados en la nube, en resumen, no son nada mas que el uso de servidores de grandes multinacionales que centralizan estos procedimientos. En el caso Europeo alrededor de un 30% de los centros de datos, pertenecientes a estas grandes empresas, residen en Amsterdam, donde estas adquieren enormes pabellones o incluso edificios residenciales y los convierten en almacenes donde ubicar sus servidores. En este caso, la administración local ya ha tomado cartas en el asunto frenando su desenfrenada aparición por motivos de consumo y cuestiones urbanísticas.

De cara a un futuro donde el uso de los centros de datos no parece que vaya a disminuir debido a un claro aumento de la dependencia a internet del conjunto de la sociedad,  una acción coordinada entre los agentes del sector es de vital importancia. En esta línea, un año después de la adopción del Pacto de Sostenibilidad Europeo, nace el Pacto por la Neutralidad Climática de los Centros de Datos. Este pacto establece una iniciativa de autorregulación con una serie de objetivos que pretenden sumar a la transición Europea hacia una economía mas ecológica. Los objetivos incluyen; el uso de energías renovables, la conservación del agua, la reutilización de materiales y equipos, la reutilización del calor generado por la actividad del propio centro y un sistema de colaboración y coordinación entre las principales empresas y agentes del sector.

En definitiva, son acciones de estas características las necesarias para aportar visibilidad a esta realidad y apoyar el crecimiento sostenible de un sector que, si no lo es ya, se convertirá en la base sobre la que desarrollar la gran mayoría de las acciones y decisiones que impacten nuestras vidas.


Artículo disponible en la publicación de invierno de Naider