Muchos investigadores desarrollan tecnologías que pueden tener un gran impacto en la sociedad, sin embargo, no suelen saben cómo proceder. De hecho, palabras como patentes, industria o comercialización pueden sonarles desalentadoras, sin saber que hay departamentos en universidades y centros de investigación que se encargan de esto mismo.
Estos departamentos se llaman Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación; aunque todo el mundo las conozca como oficinas de transferencia, OTRIs o TTOs (por las siglas en inglés). Estos departamentos se encargan de gestionar la comercialización de las investigaciones que se desarrollan en el centro. Recomendarán a los investigadores involucrados las mejores formas de proteger su tecnología (a menudo en forma de patente), gestionarán los derechos de propiedad intelectual y tratarán de encontrar la mejor ruta para impulsar su comercialización. De esta forma, las oficinas de transferencia se convierten en el puente entre el mundo académico y la industria.
En muchos casos, las oficinas de transferencia adoptan un enfoque tradicional: proporcionarán licencias de patentes a empresas a cambio de regalías, es decir, dinero que recibirá el centro a cambio de dar permiso para la explotación de sus patentes. No obstante, la tendencia de crear spin-offs está al alza. Las spin-offs son start-ups, empresas tecnológicas de reciente creación, con origen en la investigación del centro.
En países de nuestro entorno, como Bélgica, Países Bajos e Inglaterra, ha habido una apuesta clara por esta forma de comercialización. En consecuencia, cada vez vemos más investigadores que dejan atrás el mundo académico y se convierten en emprendedores. Sin embargo, España se encuentra rezagada en esta forma de comercialización tecnológica, tal y como recoge Dealroom.co en su informe europeo de 2023 sobre innovación deep-tech (aquella de base científica o ingenieril).
Esta situación se debe a que la mayoría de OTRIs españolas, incluidas las vascas, no disponen de los fondos o los incentivos para apoyar esta forma de comercialización, limitando las aspiraciones emprendedoras de los investigadores españoles. En consecuencia, las oficinas de transferencia suelen explorar formas más clásicas de explotación comercial y con menor capacidad de impacto económico y retorno.
Aun así, en Euskadi nos encontramos con iniciativas bien encaminadas. Por un lado, Mondragon Unibertsitatea está en proceso de construir su propia incubadora de start-ups la cual facilitaría la creación y desarrollo de spin-offs de la universidad. Por otro lado, los centros de investigación que forman parte de la Basque Research Technology Alliance (BRTA) disponen de oficinas de transferencia propias y tratan de realizar una comercialización que se asemeja a la de países como Bélgica y Países Bajos.
En resumen, las OTRIs juegan un papel fundamental en la comercialización de la tecnología desarrollada en centros de investigación, tal y como hemos visto en países de nuestro entorno. Si queremos que más investigadores formen spin-offs y tomen las riendas de estas, necesitamos proporcionar los recursos necesarios a las OTRIs. Si no, corremos el riesgo de quedarnos a la cola en materia de competitividad e innovación tecnológica y científica.
Imagen principal: Milad Fakurian en Unsplash