micro pequeñoLa Universidad pública vasca, en boca de su vicerrector para el campus de Bizkaia, ha hecho pública recientemente su intención de impulsar la creación de una serie de estudios universitarios en el ámbito de las Artes Escénicas.

Desde esta tribuna saludamos esta iniciativa que, si se hace con la suficiente fuerza, va a colmar las claras carencias que en este ámbito posee la UPV y el resto del entramado universitario vasco.

Al parecer no está muy claro el carácter que se les quiere dar a estos nuevos estudios universitarios y la indefinición con que ha saltado a la palestra informativa no permite sacar muchas conclusiones al respecto. Nos atrevemos a apuntar alguna reflexión personal con el ánimo de ayudar a que esta fantástica idea sea pronto un referente de la sociedad vasca.

Desde todo punto de vista, está claro que lo interesante sería que esta iniciativa académica irrumpiera en la escena vasca con el tirón, el rigor y la capacidad de arrastre que sobre el tejido social de las comunidades y ciudades donde se asientan tienen estas escuelas universitarias en otro lugares. En este sentido, si hay alguna actividad en el currículo universitario que sea eminentemente urbana y necesite de forma activa, constante e inmediata la comunicación e implicación con la sociedad y sus gentes esta es, sin duda, la formación artística. Las artes escénicas (y también las bellas artes) necesitan de la calle para comunicar sus distintas expresiones que han de ser trasladadas de forma irremediable al examen social. De esta forma, la creación cultural no es producto de laboratorio y no puede ser un elemento alejado de las dinámicas y tendencias del modelo de funcionamiento social. Los artistas están en la calle, beben de la sociedad y se convierten en exegetas de nuestro modo de vida. Son a la vez vanguardia de tendencias y de expresiones culturales y alimentan nuestra alma y nuestra sensibilidad.

Actualmente, desde el propio equipo rectoral, se está replanteando tímidamente la actual configuración física del obsoleto campus de Leioa y se han formulado proyectos para la creación de dos pequeños campus en el centro del Bilbao metropolitano con la idea de imponer cierta racionalidad y proyección a la propia Universidad y aprovechar la potente dinámica de crecimiento de Bilbao. Nos permitimos, en este sentido, lanzar una invitación a los mismos directivos para que evalúen la oportunidad de impulsar estos nuevos estudios en su lugar natural: la ciudad. Bilbao y su entorno están sufriendo, además, una gratificante fiebre colectiva por la cultura que debe ser aprovechada y alimentada. Cada vez son más los espacios que para la difusión de cualquier expresión artística se abren en la ciudad (desde Santurtzi hasta Bilbao La Vieja; desde Algorta hasta el corazón de Abando).

Sería muy positivo que esta iniciativa universitaria se uniera a otros proyectos ya en marcha que abogan por situar en su justa medida el papel de la creación artística en la configuración de una ciudad y de una sociedad realmente educada y culta. Alejar estos estudios hasta los bellos prados de Leioa y aislarlos de su esencia urbana no sería la mejor fórmula de plantear esta iniciativa ni tampoco la mejor forma, quizás, de rejuvenecer (si ése es el propósito) el desvencijado campus.

A pocos se nos escapa que la sensibilidad institucional por la creación cultural ha sido muy limitada en algunos órdenes pero, qué duda cabe, son las artes escénicas las que se han llevado tradicionalmente la peor parte y, sin duda, es en estos momentos uno de los agujeros negros de la política cultural del país. Esto no es más que un reflejo de muchas otras cosas. Así, en la sociedad vasca no hemos aprendido aún a valorar el papel del artista y tampoco nos ha preocupado mucho el hecho de que la mayoría haya tenido irremediablemente que emigrar (y lo sigue haciendo) hacia entornos más acogedores para poder desarrollar plenamente sus carreras profesionales como prolongación natural de sus propias inquietudes personales y de su sensibilidad artística. No somos conscientes de la descapitalización social que todo esto produce y la mayoría sólo tenemos educado el cerebro para comprender, a lo más, lo que supone la descapitalización industrial o empresarial.

Es cierto que, poco a poco, van apareciendo iniciativas institucionales que invitan a la esperanza pero constituyen elementos puntuales que requieren aún de mucha voluntad y mucho esfuerzo de sensibilización en los sectores sociales y políticos mayoritarios. La Universidad del País Vasco puede hacer que este proyecto sirva también para alimentar las conciencias más cerradas y suponga un acicate a la propia política cultural de nuestro país.

Que baile, que baile la Universidad.