Vivimos en la sociedad del conocimiento, en la era tecnológica, en un mundo globalizado dominado por la comunicación y la publicidad. Pero deberíamos cuestionarnos si realmente estamos bien informados.
Quizás sea una impresión personal, pero cada vez veo más lejos eso que llaman código deontológico periodístico y más desbocados a los que se envuelven en su bandera. Esos mismos que exprimen palabras tan sensibles como libertad y verdad presumen de informar a la sociedad, acercarnos la actualidad desde la objetividad y el compromiso social, denunciando sin cortapisas todo aquello que afecta al ciudadano.
La escasa calidad periodística de algunos de los más importantes medios de comunicación está empobreciendo una profesión cuyo objetivo es realmente noble y eficiente para el desarrollo de una sociedad moderna. Deben ser una vía fundamental para el conocimiento y la promoción de la cultura, acercando la información que permita a los ciudadanos evolucionar, sirviendo de herramienta de comunicación entre diferentes y sensibilizando de los problemas de aquellos que más necesitados.
Por el contrario, es cada vez más frecuente la división interesada entre buenos y malos, sin el menor espíritu crítico, sin profundizar en los personajes que nos imponen como de actualidad, sin tratar de entender los contextos y, mucho menos, sin ceder ni un milímetro ante eso que llaman lo políticamente correcto. Se ha convertido en algo casi standard. Es muy sencillo imaginarse lo que nos van a contar. Según el grupo mediático, se omiten informaciones o se repiten noticias hasta la saciedad según el colectivo al que afecte, sobre todo político.
Visto lo visto, se me planteó una duda: ¿cuál será la definición de periodista o periodismo? Como es lógico se pueden encontrar diferentes versiones de esta profesión, pero me quedo con dos que creo los resumen claramente: “El periodismo es una actividad que consiste en recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a la actualidad. Para obtener dicha información, el periodista debe recurrir obligatoriamente a fuentes verificables o a su propio testimonio.” Y también la del escritor Kapuscinski, sobre la talla moral y la responsabilidad social de la figura del periodista: “Un periodista debe ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizan para sembrar el odio y la hostilidad y para hacer propaganda. El problema de nuestra profesión es más bien ético”….desgraciadamente es realmente difícil asociar estas ideas al periodismo generalista de hoy en día.
Aunque siempre hemos sabido que cualquier empresa de información ha estado condicionada por el interés e ideología de sus dirigentes, también llamado línea editorial, da la impresión de que se está llevando a cabo una radicalización del mercantilismo y la supresión de cualquier límite ético. Desde los medios se jalean actuaciones desmedidas y se apuntan objetivos, utilizando a los ciudadanos afectados como ariete.
Todos hemos visto como una multitud insultaba y vejaba a las puertas de una comisaria, al más puro estilo medieval, a personas que, presuntamente (palabra preferida por los periodistas) habían cometido algún tipo de delito, aunque luego se demostrase lo contrario. Lo más preocupante de todo es que este amarillismo pseudo-periodístico se ha trasladado de la prensa rosa y sensacionalista, a los supuestos medios serios, tratando de exprimir al máximo la escandalera con unos réditos puramente económicos.
Pero el punto más contraproducente de la realidad periodística no es esa labor comercial a favor o en contra de ideologías políticas y negocios que se viene dando en los medios. Subyace un problema importante en esa tarea de transmitir información y no es otro que la creación de opinión. La realidad que nos rodea, nuestras necesidades y nuestras opiniones nos vienen casi impuestas, lo bueno y lo malo, lo moderno, lo actual, nos convencen fácilmente, sin que nuestro análisis y espíritu crítico sean filtro de información alguna.
No creo que sea lo más recomendable que el punto de vista de una sociedad esté mediatizada por comentaristas poco preparados, que lo mismo reflexionan acerca del golpe de estado en Honduras, que analizan la situación en Gaza, sientan cátedra en temas como el cambio climático, las células madre o cualquier noticia del mundo rosa. No es justo que el poder de influencia de los medios de comunicación sea utilizado de forma tan banal. Y no solo porque falten a la verdad u omitan informaciones. Si aceptamos estar viviendo en la sociedad de la información, donde creemos estar al día de todo lo que ocurre, con cientos de cadenas de televisión y radio e internet, me parece inadmisible que la actualidad y las opiniones de todos nosotros sean cocinadas por gente interesada principalmente en su negocio, en vender más periódicos o ingresar más por publicidad, dejando de lado todos los valores que se le suponen a su profesión.
Es difícil plantear soluciones que controlen y traten de reajustar la objetividad sin caer en la censura. Es verdad que la regulación de la información, con el fin de depurarla y librarla de “impurezas” es algo muy sensible. Pero se debe asegurar, no solo la libertad de expresión, sino también el derecho a recibir una información veraz y libre de intereses.