El flamante ganador del Premio Nobel de Medicina de 2013,Randy Scheckman ha declarado su boicot a las tres revistas científicas más prestigiosas: Nature, Cell andScience. Scheckman ha declarado que su laboratorio no enviará nunca más sus artículos a estas revistas (ver aquí).
Sus argumentos en contra de las tres grandes revistas entran de lleno en el actual debate sobre la valoración de la ciencia y son ampliamente compartidos por buena parte de la academia: Se valora excesivamente la moda o la repercusión mediática para la publicación de los artículos, las revistas mantienen una artificial limitación de espacio de publicación como vía para cualificar más su propio producto y el factor de impacto es un indicador que tiene importantes contraindicaciones para medir la calidad de la investigación de modo objetivo.
También es cierto, sin embargo, que muchos investigadores no están de acuerdo con esta crítica y que muchos, incluso compartiendo los argumentos, consideran el procedimiento de valoración un mal menor ya que no ven otro método mejor para evaluar objetivamente el mérito de la investigación realizada. No olvidemos que las publicaciones y las revistas en las que se publica son el principal criterio para la contratación de investigadores, las cátedras, los méritos, los premios, etc.
Para un ajeno a la academia como yo resulta difícil opinar, pero el sistema de publicación y valoración de la calidad científica resulta, como mínimo, sumamente llamativo. Sencillamente, porque es un sistema que encarece arbitrariamente la propia investigación ya que obliga a las propias Universidades, centros de investigación e investigadores a pagar un precio monopolístico y exagerado por acceder a las revistas en las que se publica su propia investigación.
Con un Internet cada vez más rápido y accesible no parece lógico que se sigan manteniendo los procesos y estándares de edición científica del siglo pasado sin tener en cuenta que la distribución global de los resultados se realiza “on line” y con un precio marginal que tiende a cero. En el marco de la nueva sociedad de la información, las únicas limitaciones a la publicación científica deberían estar exclusivamente ligadas al talento de los investigadores y a la evaluación de su calidad y no a una escasez irreal creada artificiosamente por los grupos editoriales que acaban esclavizando al investigador que no le queda más remedio que pasar por el aro, asumir los costes de transacción en términos de tiempo y burocracia y ceder a los intereses marcados por las grandes editoriales (Elsevier, Springer, etc. ). De hecho el propio Scheckman publicó en las revistas que ahora critica, los artículos que le han hecho acreedor del premio nobel.
¿No sería más provechoso y razonable que las propias universidades y centros de investigación o consorcios de este tipo de instituciones se encargaran de publicar su investigación, regulando los requisitos y estableciendo los criterios y que además lo hicieran en base a licencias compartidas y de acceso abierto que permitirían una difusión más flexible, rápida y menos costosa del conocimento?
Sinceramente creo que por ahí deben ir las cosas e iniciativas individuales como la de Scheckman u otras como “The Cost of Knowledge” de un grupo de académicos o de Harvard University que claman por impulsar el acceso abierto al conocimiento muestran claramente el camino. Lógicamente los avances serán muy pequeños mientras publicar en las revistas de prestigio tenga la incidencia que tiene en el CV de los investigadores.
Foto de Paul Joseph en Flickr con Licencia Creative Commons