Circula desde hace unos días una viñeta (ver original) que he usado alguna vez en presentaciones en las que toco el tema del cambio climático. Es un dibujo (de Joel Pett y publicado en el USA Today) que describe una escena en la que un aparente escéptico-negacionista del cambio climático, ante un conferenciante detallando las ventajas de la lucha contra el cambio climático, clama: “¿y si al final resulta que es un bulo y estamos creando un mundo mejor para nada?“.
Creo que es una forma muy inteligente de plantear de manera sencilla dónde están algunos de los problemas sobre la comunicación social de la ciencia del cambio climático. No es momento de entrar en la los detalles de los climate-gate, las salidas de barra de los lobbies climáticos ni, en general, las disputas concretas sobre cuestiones muy específicas sobre el origen e impacto del cambio climático. La cuestión es, más bien, ¿cómo es posible que en una sociedad supuestamente moderna, al igual que con otras cuestiones donde la ciencia tiene tanto que decir, encuentren caldo de cultivo pensamientos acientíficos sobre el cambio climático? Es una respuesta compleja pero la viñeta nos apunta en otra dirección. No es problema de los negacionistas, sino de cómo se comunica la ciencia climática y, en general, cómo se hacen llegar a la sociedad determinados mensajes. No sólo esto, sino que también cabe preguntarse cómo es posible que, sabiendo lo que sabemos, nos cueeste tanto actuar.
Dicen, ahora que tenemos algo de perspectiva, que el discurso alarmistaque tanto cautivó al mundo de la mano de la verdad incómoda de Al Gore ha contribuido poco a la larga a construir compromisos internacionales serios y a crear una mayor conciencia social y compromiso individual. La psicología ambiental sabe bien cómo los seres humanos tenemos limitaciones para comprometernos con el futuro y actuar ante amenazas hipotéticas. Somos más de aquí y ahora. Y nuestras presunciones se hacen fuertes frente a nuevas evidencias.
Por eso, otro tipo de planteamientos como el del documental Carbon Nation, tienen mucho más calado y marcan mejor la línea de por dónde construir no sólo una ciudadanía más comprometida sino también políticas públicas mejor diseñadas y explicadas. En el tráiler se anuncia con un enfoque muy interesante, alternativo al que hemos visto en Una Verdad incómoda y en otras películas que han apostado por un tono catastrofista y busca superar el discurso negacionista abundando en soluciones más que en el diagnóstico de situación y sus causas. Como anuncian enGOOD, una película a la que le da igual si no crees en el cambio climático. Quizás el alarmismo no haya sido una buena estrategia comunicativa para movilizar a la población, algo de lo que se acusó con cierta razón a al Gore y quién sabe si esta película tendrá más éxito, no de taquilla sino de posibilidades reales para actuar contra el cambio climático.No renunciemos, por supuesto, a explicar bien todo el complejo proceso del cambio climático y los impactos que genera, pero seguramente tengamos que explicar mejor los beneficios de las políticas que tienen que ver con él.
No se trata de renunciar al petróleo (que también), sino de dejar de gastar en combustibles fósiles y crear un modelo inteligente de producción y consumo energético más barato, más razonable, más justo, más distribuido. No se trata de hacer la vida imposible al coche, sino de disponer de ciudades que realmente podamos disfrutar sin tantos temores (calidad del aire, por ejemplo). Cualquier acción relacionada con la lucha contra el cambio climático merece la pena aunque no existiera el cambio climático, aunque fuera el mayor bulo de la historia. No se trata de hacer el juego a una corriente anti-racionalista que cabalga a lomos de posturas como las que podemos ver en el Tea Party. Pero sí de acercar las cosas a la realidad más tangible. Hace poco, en una reunión en la oficina, un compañero planteaba con ironía: “¡pero cómo va a dejar la gente el coche si es un invento fantástico!”. Te lleva donde quieres, pueden escuchar música o las noticias, puedes correr si sentirte un intrépido,…Incluso puedes fumar en tu propio coche. Con razón, venía a decir que hemos interiorizado tanto sus ventajas -y tan poco sus inconvenientes- que es muy difícil llegar a la gente con mensajes que impliquen prohibir o renunciar.
Pienso, por ejemplo, en cómo se han explicado tradicionalmente losproyectos de peatonalización para sacar los coches del centro de las ciudades. Siempre han contado con la oposición inmediata de los más afectados, posiblemente porque siempre se incide en que la política es echar a los coches, hacerles la vida imposible. En cambio, poco conseguimos explicar de los beneficios, que es lo que realmente se persigue. Se nos olvida explicar que la medida implica ganar espacio ciudadano, ganar en más personas paseando y viendo escaparates, ganar en calidad del aire, ganar en espacios de tranquilidad,….y eso es hacer un mundo mejor, una ciudad mejor.
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