047La simpatía y admiración que muchas personas prodigan hacia determinadas especies animales parece justificar la ejecución de programas supuestamente conservacionistas que utilizan determinadas especies animales como un emblema verde que en realidad oculta la insostenibilidad ambiental de las políticas propias de cualquier país desarrollado

La conservación de las especies animales es una bandera que muchos gobiernos enarbolan como símbolo de políticas ambientales eficaces y comprometidas con el desarrollo sostenible del planeta. Son muchos los países que, a la hora de conservar y proteger determinadas especies en peligro de extinción, no dudan en derrochar una suma enorme de recursos para intentar evitar lo imposible. La simpatía y admiración que muchas personas prodigan hacia determinadas especies animales parece justificar la ejecución de programas supuestamente conservacionistas, utilizándose  dichas especies como un emblema verde que en realidad intenta ocultar la insostenibilidad ambiental del resto de las políticas propias de cualquier país desarrollado.

La semana pasada apareció muerto uno de los cinco osos reintroducidos por el gobierno francés en los Pirineos. Los habitantes de la zona, en su mayoría agricultores y ganaderos, han mostrado abiertamente su rechazo al programa de reintroducción, pues consideran a estos mamíferos (el carnívoro terrestre más grande de Europa) una seria amenaza tanto para sus rebaños como para ellos mismos. Mientras, los grupos ecologistas cuestionan las circunstancias de la muerte del animal y no dudan en pedir a las autoridades francesas la reintroducción de otro oso procedente de Eslovenia. No hay que ser un experto en la materia para deducir que cuando una especie se extingue de un territorio determinado será porque existen ciertos motivos o circunstancias, seguramente provocadas por el hombre, que provocan la desaparición de la especie.

La fragmentación y reducción de su hábitat y los cazadores furtivos son las principales causas de la desaparición del oso pardo en la vertiente gala del pirineo; mientras tales procesos no se inviertan las montañas pirenaicas no serán un hábitat adecuado para albergar a la especie, por lo que antes de reintroducir ningún animal habría solucionar dichos problemas. Además, los osos que se han introducido proceden de Eslovenia, siendo subespecies adaptadas a las condiciones de ese país, de orografía mucho más suave y bosques más tupidos que los existentes en Francia, por lo que puede que, aún si la fragmentación y reducción de su hábitat fueran corregidas, su supervivencia no estuviera asegurada porque no se encontrarían adaptados a las condiciones de su nuevo entorno.

El fondo de lo que esta ocurriendo en los Pirineos tiene mucho que ver con actuaciones que se están llevando a cabo en España, concretamente en Andalucía, donde se esta invirtiendo mucho dinero en la conservación de una especie endémica de la península: el lince ibérico. Aunque todavía quedan algunos ejemplares del animal (no más de 150), el declive de su población ha sido evidente en los últimos años, en gran medida debido, como en el caso del oso pirenaico, a la fragmentación del hábitat y también a la reducción del número de conejos, principal fuente de alimento del felino. El programa de conservación ha dirigido sus esfuerzos hacia la cría en cautividad, acción necesaria pero que caerá en saco roto si no se solucionan antes las amenazas que se ciernen sobre el lince (hábitat agresivo y reducido y escasez de alimentos).

El componente ambiental ha ido cobrando cada vez más protagonismo en el desarrollo de las políticas de los países desarrollados. El aprovechamiento racional de los recursos naturales, la prevención de la contaminación, la lucha contra el cambio climático; son temas concretos sobre los que se esta trabajando de una manera más o menos coherente, pero la conservación de la biodiversidad se trata con una ligereza alarmante. No nos engañemos, en Europa la artifialización del suelo hace imposible el mantenimiento de grandes especies animales. Tal y como se esta trabajando hasta ahora, tanto los osos reintroducidos en el Pirineo francés como los linces criados en cautividad en Huelva están condenados a la muerte a no ser que se tomen las medidas oportunas. Lo que no se puede hacer es dejar a esos animales a su libre albedrío, pues las amenazas que les acechan son muy numerosas. La solución no es fácil, y habrá que seguir invirtiendo mucho dinero, pero si de verdad apostamos por la conservación de estos animales lo primero que las respectivas autoridades deberían hacer es delimitar y acotar perfectamente el perímetro del territorio que las especies van a ocupar, de manera que el seguimiento de sus individuos sea constante: debemos asumir que los hemos condenado a la semi-libertad.