Así como el viejo continente fue el origen de la revolución industrial mediante la quema de combustibles fósiles, en él se tiene que dar la revolución hacia una sociedad descarbonizada. Ese fue el concepto que quiso subrayar el presidente del gobierno en el discurso inaugural de la cumbre. Pero ¿es realmente la Unión Europea un líder mundial en la lucha contra el cambio climático?

La semana pasada nos despertamos con la siguiente noticia. El Parlamento Europeo, principal foro de representación de la ciudadanía europea, declaró la emergencia climática asumiendo el discurso de la necesidad de llevar a cabo cambios inmediatos ante la inminente crisis. La resolución fue aprobada por 429 votos a favor, 225 en contra y 19 abstenciones. De esta forma Europa se convirtió en el primer continente en aprobar la emergencia climática.

Por otro lado, la Comisión Europea, poder ejecutivo y éste si con más capacidad de maniobra que el parlamento, ha anunciado que quiere asumir el liderazgo mundial en la descarbonización de la economía y en la lucha contra el cambio climático. En la inauguración de la COP25 la recién elegida presidenta de la Comisión Ursula von der Leyer se comprometió a presentar el Pacto Verde Europeo antes de que termine la COP25. Este pacto busca conseguir que Europa sea el primer continente en alcanzar el objetivo de neutralidad CO2 antes del 2050.

Por su parte el Banco Europeo de Inversiones (BEI) asume la fuerte apuesta de convertirse en el Banco Europeo del Clima. La entidad asume el compromiso de dejar de invertir en proyectos centrados en combustibles fósiles y anuncian la intención de invertir hasta 100.000 millones de euros en los próximos cinco años para proyectos de adaptación y mitigación climática.

La sociedad civil europea también es una de las más concienciadas y menos negacionistas con el cambio climático. De acuerdo con una encuesta del propio BEI, el año pasado el 78% de los y las europeas están alarmadas por el cambio climático. Siendo el 87% en el caso de la ciudadanía española que se sitúa entre los países más concienciados. Si nos desplazamos hacia el oeste, el país vecino aumenta la cifra a 93% situándose a la cabeza. En cuanto al peligro inminente, el 80% de los lusos así lo perciben frente al 59% de la ciudadanía europea y el 70% de la sociedad española.

Vistos estos datos, se podría decir que Europa tiene ganas de asumir el liderazgo a nivel social e institucional. La siguiente pregunta es obligada, ¿Y lo está haciendo?

Pues parece que no, el continente muestra signos de incapacidad para reducir las emisiones. En 2017 el consumo de energía aumentó en Europa según los datos de la propia Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). Esto se debe en gran parte debido al transporte y se traduce con un aumento de las emisiones de CO2, dificultando tan ambiciosos propósitos e históricas declaraciones.

Es importante ver esta situación con perspectiva. Los acuerdos son de reducción de las emisiones. Es decir, se quiere conseguir emitir menos respecto a años anteriores. Pero no se deja de emitir más en términos absolutos. Seguimos acumulando más gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, aunque no en misma cantidad y de forma tan frenética, seguir emitiendo supone seguir contribuyendo al cambio climático. Lo lógico sería proponerse dejar de emitir.

Aun, así y todo, parece que cuesta dejar de aumentar las emisiones, cuando se debería estar dejando de emitir. Y la razón es histórica. La Unión Europea es la segunda potencia mundial que más ha emitido desde 1965 a 2018, solo por detrás de EEUU, acumulando la cifra de 216 mil millones de toneladas métricas de GEI. Luego, aunque se consiguiera emitir cada año  al año anterior seguiríamos aumentando la contribución al calentamiento global.

No solo tenemos que dejar de contribuir a aumentar tan bochornosa cifra, si no que tendría que empezar a compensar por el daño causado. La deuda histórica que el continente europeo tiene con el mundo no se puede ocultar con altas tasas de reciclaje, donde las haya, o usando bolsas de tela fabricadas en India y coches eléctricos con litio boliviano; como tampoco se puede silenciar con discursos vacíos de políticos en cumbre climáticas patrocinadas con dinero fósil.

EL lema de la COP25 es Tiempo de Actuar, desde Naider queremos reformular ese lema, Es Tiempo de Compensar. No vale con declarar acuerdos, fijar compromisos y afirmar en las encuestas que somos una sociedad concienciada. La compensación debería centrarse tanto en captación de CO2 recuperando los bosques perdidos en todo el planeta, como en compensaciones económicas a aquellos países más vulnerables al cambio climático y menos responsables. La Unión Europea tiene una deuda que pagar al Sur global.

Que es tiempo de actuar es indiscutible, también lo era hace 30 años. Pero las actuaciones tienen que ser de relevancia y peso suficiente como para realmente cambiar el paradigma de consumo y carbono-dependencia en el que asentamos nuestras sociedades. Las sociedades europeas (ciudadanía, empresas y administraciones públicas) son de las más concienciadas y de las más contaminantes. ¿Cómo se entiende esto?

Aitor Mingo Bilbao

MSc en Ciudades y Sostenibilidad

NAIDER