El último número de coyuntura en un click de la Dirección de Economía y Planificación del Gobierno Vasco incorpora un epígrafe muy interesante que titula モ¿tiene algo de bueno el encarecimiento del petróleo?ヤ. La pregunta no puede ser más sugerente en los tiempos que corren. Como contestaría cualquier economista un shock de precios en los combustibles fósiles resulta en un incremento de la inflación, una contracción de la actividad económica y un aumento de las tasas de desempleo en el corto plazo (otra cosa es como cuantificar estos impactos). Pero como bien nos apuntan en el informe, quizás tengamos que analizar el impacto de los precios del petróleo de un modo más estructural y estudiar los efectos en nuestro modelo de desarrollo sostenible para descubrir elementos positivos o beneficios sociales, en la subida del precio del crudo.
Como señala la Dirección de Economía y Planificación, el shock de precios está afectando al propio balance energético, favoreciendo, en primer lugar, el consumo de otros combustibles cuyo precio relativo al del petróleo está, en buena lógica, bajando. En segundo lugar, parece evidente que a precios por encima de los 70$ el barril Brent y creciendo, se hace cada vez más rentable un uso más racional de la energía que favorece el ahorro tanto en la actividad empresarial, como en los usos domésticos. En tercer lugar, a medida que crecen los precios, incrementa, también, la motivación por investigar y poner en el mercado fuentes alternativas de energía que en otras condiciones serían puras quimeras como los biocombustibles, la energía mareomotriz, u otras. Sin duda, estos efectos señalados son muy positivos y contribuyen a un aire menos contaminado y a un desarrollo más armónico con el medio ambiente.
Me gustaría profundizar algo más sobre los posibles efectos estructurales de la subida de los precios del petróleo, apuntando algunos efectos positivos adicionales, pero también señalando algunos, que yo considero, muy negativos para el desarrollo del planeta.
La más importante, desde mi punto de vista, es que favorece la lucha global contra el principal reto ambiental al que se enfrenta actualmente el planeta: el cambio climático. El protocolo de Kioto compromete a la Unión Europea a rebajar para 2012 en un 8% sus emisiones de gases de efecto invernadero, respecto a las de 1990 (España puede aumentar en un 15% sus emisiones en el mismo período). Si parece en estos momentos difícil que Europa cumpla sus compromisos (ya no digamos España), no quiero ni imaginar como serían las perspectivas con precios del petróleo rondando los 25$ barril como teníamos hace bien pocos años. No olvidemos que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero pasa principalmente por consumir menos energía, impulsar energías alternativas menos intensivas en carbono y utilizar menos los vehículos.
Otro elemento muy positivo es que se abren un importante abanico de oportunidades empresariales en el campo de la energía (o mejor en el cluster de la energía). A medida que los precios del petróleo crecen, surgen más y más oportunidades reales para la producción de nuevas energías que precisan para su suministro, de nuevos equipamientos, infraestructuras, ingeniería, materiales y, muy especialmente, personas emprendedoras que visualicen las oportunidades y de un modo innovador estén dispuestas a crear empresas para cubrir las nuevas necesidades que el mercado demanda.
Finalmente, el encarecimiento del crudo ha abierto de nuevo el debate de la energía nuclear en el mundo, presentándola como la única alternativa económicamente viable a los combustibles fósiles. Desde mi punto de vista, se trata de un debate falso e interesado que obvia los riesgos ambientales (por no incidir en los políticos y sociales) de este tipo de energía y nos presenta ante la disyuntiva falaz de tener que elegir entre el inevitable cambio climático si seguimos utilizando combustibles sólidos y la salvación de la energía nuclear.
No tenemos que elegir, la energía nuclear no es un mal menor, sino mayor y existen muchas y variadas alternativas de solución para la difícil encrucijada en la que nos encontramos, pero tenemos que ser innovadores y audaces en el modo de elegir porque nos jugamos nuestro futuro y no podemos zanjar el problema yendo por atajo de la energía nuclear que, con la excusa de mantener nuestro nivel de vida actual, propone hipotecar por los restos las capacidades y posibilidades de nuestros descendientes a los que dejaremos el grave problema de la gestión de nuestros residuos.