“Economía Circular” es uno de esos vocablos de moda que se ha asentado en nuestro vocabulario y está sirviendo para marcar la pauta de las políticas medioambientales de los países europeos. ¿Pero qué es y por qué es tan relevante este nuevo concepto?
De un modo sencillo y para entendernos, una economía circular es una economía sin residuos en la que nada se desperdicia. El concepto es muy novedoso porque supone cambiar completamente el enfoque actual en el que se da por hecho que cualquier actividad de producción o consumo genera irremediablemente residuos con los correspondientes costes económicos, sociales y, por supuesto, medio ambientales que esto genera.
Puede parecer una utopía, pero no lo es. Paulatinamente nos vamos dando cuenta que es posible satisfacer las necesidades y mejorar nuestra calidad de vida consumiendo de un modo más responsable que no implica consumir más, sino mejor. Y lo que es más importante, muchas empresas, están apostando por nuevas formas de diseñar, producir y vender bienes que, además de minimizar la utilización de materiales, duran más, se puedan reparar y son fáciles de compartir por los usuarios y también de reciclar activamente.
A nadie se le escapa, sin embargo, que pasar del modelo lineal actual a este nuevo paradigma de economía circular es un salto enorme y complejo que implicará importantes transformaciones estructurales porque la realidad es que producimos una cantidad ingente de residuos (Cada europeo genera una media de 480 kg de residuos urbanos al año de los cuales sólo se recicla el 32%) que no se están reduciendo significativamente (los residuos urbanos percápita disminuyen a una tasa del 1,5% anual desde 2008) o incluso están aumentando como es el caso de los residuos peligrosos. (incrementan un 1,4% anual en términos percápita desde 2008)
Para avanzar en este camino, se precisa una radical transformación de las actitudes de consumidores y productores que sólo se darán si están acompañadas de una decidida actuación pública con importantes cambios regulatorios. Estos cambios tienen que, por un lado, profundizar en el paradigma de la circularidad para asegurar el potencial de aprovechamiento de lo que hoy llamamos residuos, facilitando su utilización como nueva fuente de recursos. Por otro lado, resultará imprescindible internalizar los costes ambientales en el sistema de precios para facilitar que las decisiones individuales se toman de un modo socialmente eficiente. Y finalmente, tendrá que incentivar y premiar la reutilización y reciclaje y prohibir decididamente el vertido de productos potencialmente reciclables.
En definitiva, la Economía Circular, es una nueva manera de enfocar de modo sistémico, rompiendo con las formas tradicionales que miran la economía y el medio ambiente como elementos antagónicos en las que el avance del primero lleva indisolublemente emparejado el detrimento del segundo. Y, en este sentido, se trata de un concepto radicalmente innovador capaz de unir los intereses de las partes y presentar el medio ambiente como motor para aprovechar economías (economías circulares) que estamos tirando literalmente a la basura.