Estuve ayer releyendo un libro,Ciudad para la sociedad del siglo XXI, publicado en 2001 por el Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana, a raiz de un seminario que organizaron con el mismo nombre. Las ponencias son de un enorme interés y en algunos casos adelantaban aspectos que hace siete años supongo que resultarían muy novedososo, como la importancia de la renovación de las nuevas visualizaciones. Ya también te puedes encontrar con frases rotundas como “Toda la ciudad es histórica, es el espacio que contiene el tiempo” o “La mercancía más importante que se intercambia en la ciudad es la conversación”.
En su momento fue una de las lecturas para la investigación sobre urbanismo y participación ciudadana que comenté hace unos días y recoge algunos textos muy interesantes, en especial:
- La ciudad del siglo XXI. El desafío del espacio público, de Jordi Borja, del que hablaré a continuación.
- Sociedad americana, ¿sociedad del futuro?, de Vicente Verdú, un texto escrito magníficamente y que incluye una auténtica disección -discutible, eso sí- sobre la extensión de la posmodernidad a través de nuestras calles vía globalización americana. Como tengo pendiente scribir unas líneas próximamente sobre la posmodernidad, lo dejo para entonces.
- El renacimiento de la ciudad compacta, de Fernando de Teran.
En alguna ocasión ya he comentado que me sorprendo escribiendo sobre estas cosas; me abruma el conocimiento y la profundidad de quien lleva años de práctica urbanística o reflexionando desde la teoría sobre las ciudades, su pasado, su presente y su futuro. Soy un recién llegado, con los bolsillos vacíos, un transeunte de estos temas. Pero de alguna forma el sonrojo de ser un outsider intrusista se me pasa si digo que no escribo porque crea saber de lo que escribo, sino para intentar saber o comprender ciertas cosas, escribiendo siendo experto de prácticamente nada. No traigo aquí mis conocimientos, pero sí la inquietud por cómo marchan las cosas (sin ser apocalíptico), cierta querencia por la observación crítica y, sobre todo, pongo el poco tiempo que saco para leer y ordenar algunas ideas. Y por cada puerta que abro en este blog se abren otras tres….
Todo esto es una justificación para volver a hablar del espacio público, algo consustancial a la ciudad, a la vida colectiva. Quizá son tiempos de retraimiento (escuchaba el otro día en la radio que ahora, con la famosa crisis, salimos menos de casa), de escapismo a donde no nos moleste nadie, de idealización de la ciudad sin los otros,….Donde hay espacio público hay sociedad y la calidad del espacio público intuyo que es un buen indicador de la calidad de nuestras ciudades, en la medida en que -siguiendo a Jordi Borja- tiene al menos tres dimensiones:
Foto via bdelasa en Flickr.
- Dimensión política del espacio público: si la política es el encuentro de los intereses en conflicto, de la expresión colectiva de intereses comunes, de la visibilización de lo que somos, el espacio público no es sólo representación de todo ello, sino también vehículo para poder expresarlo.
- Dimensión urbanística del espacio público: “el espacio público no es el espacio residual entre el que se ha construido el espacio viario”, y constuir ciudad, hacer ciudad mejor dicho, es dar forma al espacio público y articular en torno a este espacio el diseño urbano.
- Dimensión cultural del espacio público: la ciudad es centro y es periferia, es edificios, es equipamientos y es infraestructura, y todos estos elementos forman parte de la vidal colectiva y deberían tener un objetivo cultural, de formación de valores cívicos.
Me atrevería a añadir una cuarta dimensión, muy vinculada para mí a la primera, pero que creo necesario explicitar:
- Dimensión social del espacio público: frente a las estrategias de privatización, de fortress o fortificación, de gentrificación, de unificación, de especialización, de expulsión, de tecnificación,….el espacio público redistribuye el espacio, es una forma de redistribución de la riqueza, es una forma de dar acceso al derecho a la ciudad, es una forma de dar acceso al “derecho a la belleza”, que comenta Jordi Borja que contaba una señora de una favela de Santo André en Sao Paulo.
Peatonalización de calles, devolución a los peatones de avenidas y paseos protagonizados por la circulación viaria, regeneración de zonas espacializadas (puertos, muelles, almacenes,..), renovación del diseño urbano para crear “amabilidad” en la calle, dotación de equipamientos públicos de proximidad de alta calidad urbanística,….son algunas de las intervenciones que se pueden realizar. Ganar espacio, hacer mejores espacios, convertir espacios y dar prioridad a esos espacios.
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