Laos2El mundo de la energía está en plena ebullición. El País Vasco se enfrenta en las próximas décadas a una gran encrucijada en la que aparecen grandes amenazas y en la que asoman notables oportunidades. El 87% de la energía primaria consumida a nivel global es de origen fósil. La civilización tecno-industrial depende del consumo masivo de carbón, petróleo y gas. Sin embargo, desde hace aproximadamente dos décadas diversas corrientes de fondo están modificando las bases en las que se asienta el sistema energético internacional. La principal de ellas, la más decisiva a largo plazo, la alteración del clima de la Tierra como resultado de la combustión masiva de dichos combustibles.

Sobre ese telón de fondo, es preciso tener en cuenta tres factores clave para la política energética europea. En primer lugar, la creciente pugna por los cada vez más escasos y costosos recursos petrolíferos en el mundo, cuyo mejor reflejo son las dos guerras por su control en los últimos 20 años, Kuwait e Irak. Esta pugna se ha visto acelerada por las recientes movilizaciones populares por la libertad, la dignidad y la democracia en el mundo árabe, que han condicionado las exportaciones de recursos energéticos, incidiendo en el incremento del precio del barril de petróleo.

En segundo lugar, Rusia, proveedor energético crucial para la Unión Europea, ha hecho una apuesta clara por utilizar sus recursos de gas y petróleo como vectores de poder geopolítico. El país eslavo ha evolucionado estos años hacia una variante de petro-Estado. Todas las grandes empresas energéticas rusas, empezando por el gigante Gazprom, están bajo férreo control del Kremlin, quien no ha dudado en cortar el gas o el petróleo en pleno invierno a Ucrania y las repúblicas bálticas cuando ha existido un desencuentro político o económico relevante. Finalmente, la crisis en la central atómica de Fukushima ha puesto en entredicho la seguridad de la tecnología nuclear. El que un país tecnológicamente muy avanzado como Japón se haya mostrado poco capaz de gestionar la crisis con solvencia, transparencia y eficacia ha ensombrecido el futuro de dicha tecnología.

Todo ello, hace que la fuerte dependencia energética que la Unión Europea tiene del exterior, 54%, sea percibida como una gran debilidad de su modelo económico, especialmente cuando se analizan las tendencias hacia el futuro. De ellas, se puede extrapolar una dura competencia por los recursos energéticos convencionales, que tenderá a traducirse en precios cada vez más elevados. En ese marco de referencia, la Unión Europea se ha propuesto avanzar en el horizonte 2050 hacia una economía de muy bajo contenido en carbono, desvinculándose progresivamente de las energías fósiles. Avanzar decididamente hacia una mayor autosuficiencia energética basada en la eficiencia radical, las energías renovables y la generación distribuida es para Europa una cuestión de seguridad energética, al tiempo que una oportunidad estratégica para modernizar su economía. La Comisión Europea ha dado forma a esa apuesta en una serie de importantes documentos. El nuevo Libro Blanco del Transporte – Roadmap for a single european transport area. Towards a competitive and resource efficient transport system. La Estrategia sobre la mitigación de emisiones y cambio climático – Roadmap for building a competitie low-carbon Europe by 2050-. La Estrategia sobre energía- Energy Roadmap 2050-, que se presentará en la segunda mitad de 2011.

En ese contexto, Euskadi habría de buscar su posicionamiento estratégico a largo plazo, asegurando la disponibilidad del suministro energético a precios que resulten competitivos para las empresas y las economías domésticas y favoreciendo que el mix sea cada vez más positivo ambientalmente, es decir con menor contenido en carbono. El reto de Euskadi a largo plazo es doble. Primero, avanzar decididamente hacia una mayor eficiencia energética de su economía, incidiendo mediante políticas de gestión de la demanda en los elevados consumos energéticos de los sectores del transporte, los hogares y el sector terciario. Segundo, mediante una colaboración estratégica público-privada alinear su base industrial, tecnológica y de investigación-conocimiento de manera que este país desempeñe un papel tractor entre las regiones europeas en la transición energética en curso. Empresas como Iberdrola o Gamesa han sido actores globales en la pasada década en el despegue internacional de la tecnología eólica, buque insignia de las renovables. CAF es un actor world class en la creciente expansión de los sistemas ferroviarios, claves en la futura movilidad sostenible. Eso “multiplicado por diez” es lo que este país puede y debe hacer.

En el horizonte de 2050, el Gobierno Vasco habría de formular, consensuar y desplegar una estrategia integrada y coherente que incluya el transporte, la energía, la ordenación del territorio, la construcción y el cambio climático. El hilo conductor de la misma habría de ser avanzar hacia una economía de muy bajas emisiones de carbono, basada en la eficiencia radical, la gestión de la demanda, las energías renovables y la generación distribuida, con el gas como energía de transición. Ni una sola de las regiones europeas con las que Euskadi va a competir en los próximos años por aprovechar la ventana de oportunidad que presenta la transición energética internacional tiene la capacidad fiscal del País Vasco. Es una herramienta de primer nivel que este país habría de aprovechar para fortalecer el posicionamiento internacional de su tejido industrial y tecnológico, así como para realizar su propia transformación modernizadora hacia una economía de bajo contenido en carbono.