Uno de los grandes desafíos de nuestra generación es el Cambio Climático que traerá desastres naturales de gran magnitud, afectando a la salud de la población, al equilibrio de los ecosistemas y a la economía mundial. El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas de efecto invernadero y las concentraciones de CO2 en la atmósfera aumentan más deprisa de lo que la comunidad internacional ha sido capaz de asumir. Sin embargo, la constante lucha en favor del clima ha ido ganando pequeñas batallas hasta conseguir el compromiso de 121 países para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050 y mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C (Acuerdo de París).
La UE, por su parte, ha hecho suyo este objetivo y ha desarrollado el Pacto Verde Europeo para, entre otras cosas, alcanzar la neutralidad de carbono en el año 2050. Asimismo, muchos países, regiones y ciudades se han comprometido por este objetivo compartido y están elaborando estrategias orientadas a transformar los modelos productivos y de consumo hacia sistemas sostenibles de cero emisiones netas.
Pero ¿qué es en realidad la Neutralidad en Carbono?
La Neutralidad de CO2 no significa que se deje de emitir carbono a la atmósfera si no que consiste en que las emisiones que se producen sean iguales a la capacidad de los bosques y océanos de absorberlas, esto es: debe haber un balance cero entre emisiones y absorción.
Emisiones: se producen por la combustión de energías fósiles en los procesos de producción y en la generación de energía térmica y eléctrica.
Absorciones: es la capacidad que tienen los bosques (y vegetación en general) en respirar y fijar el carbono.
Ahora bien, este proceso de equilibrar las emisiones con la absorción reside en la dificultad de reducir las emisiones actuales, ya que son mucho más elevadas que la capacidad del medio natural de absorberlas. A nivel estatal, se estimaba una capacidad de absorción del 11,4% de las emisiones totales en 2018 (inventario nacional de emisiones, 2020).
Las previsiones hablan de que para reducir las emisiones a un nivel donde la vegetación sea capaz de secuestrarla, habría que electrificar el 80-90% del sector del transporte, que toda la electricidad provenga de fuentes renovables, reducir la pérdida de energía térmica drásticamente en el sector residencial, entre otras cuestiones, que suponen un cambio estructural del actual modelo del uso y consumo energético (IRENA, 2020).
Ante la creciente apuesta por las ciudades de adoptar estos compromisos, desde Naider, sugerimos tener un sistema de monitorización de consumos energéticos que permitan evaluar las emisiones del municipio, así como la determinación de la capacidad de su entorno natural de absorber emisiones. Una conocido el punto de partida, se pueden realizar simulaciones aplicando herramientas de visualización de resultados, para plantear la mejor estrategia de cara a futuro, teniendo siempre presente el impacto de la transición energética a escala supramunicipal.