Este post es casi nostálgico, porque recupero ideas de hace unos cuantos años, experiencias, personas y libros de hace tiempo, cuando aún no había entrado en este ataque de sofisticación y me interesaban cosas quizá más simples. Nostálgico y a la vez actual, porque los/as niños/as empiezan a aparecer en mi vida de pronto, aunque sean de otros. Cosas de la edad.
Hemos construido las ciudades inaccesibles, en un país que actualmente tiene más de 6 millones de personas menores de 14 años, personas invisibles al diseño urbano, rodeadas principalmente de coches que, en muchos casos, son más altas que ellas, y que las condenan a encerrarse entre cuatro paredes, como se titulaba el martes 14 un artículo de El País.
Personas como María Sintes (y algunos otros más), que desde el CENEAMhablaban de la ciudad de los niños. Su libro, La ciudad, una revolución posible debería ser de lectura obligada para quien quiera iniciarse en los temas de sostenibilidad urbana sin grandes artificios técnicos pero sí con hondura y sensibilidad.
Libros como La ciudad de los niños, con el que descubrí a Alberto Tonucci, la persona más influyente en este tema.
Experiencias como De mi escuela para mi ciudad, desarrollada en Segovia a partir de 1998, cuandoel Ayuntamiento de Segovia, junto con un buen número de entidades públicas en colaboración, lanzó este programa de educación ambiental. De esta forma, y desde 1998 hasta 2003,
se ha trabajado en la elaboración de un Mapa Emocional de Segovia, en el estudio de la ciudad como ecosistema, en la mejora de los patios escolares, en el desarrollo de ecoauditorías escolares de agua, residuos y energía, en la formación y dinamización del Foro Escolar, en la formación de un Laboratorio de Participación Infantil… y se han generado diferentes materiales educativos y divulgativostales como exposiciones, una selección de instrumentos ymanuales para el desarrollo de experimentos sobre agua, residuos y energía,folletos, ficheros de actividades, libros, carteles, cuadernillos de trabajo, etc.
Y a partir de ahí, diferentes actuaciones que representan, en mi opinión, uno de los programas de educación ambiental a escala local mejor dirigidos y más activos, y suponen, además, una guía rápida de cómo se pueden hacer bien las cosas en este ámbito, junto con Fano o Ferrara (ambas en Italia), Móstoles o San Sebastián. En todos los casos, estas iniciativas pretenden dirigir sus esfuerzos a introducir en las cuestiones planteadas por el desarrollo urbano sostenible los problemas que afectan a la infancia. El proyecto nació con el objetivo de replantear la ciudad desde el punto de vista de los niños y de los jóvenes adolescentes, de su derecho al conocimiento y de ofrecerles la posibilidad de participar en el espacio urbano como sujetos activos.
Revisar las experiencias concretas es sumamente interesante; niños/as que “toman” un aparcamiento ilegal, lo transforman en un parque de juegos y además “ceden” ese espacio los jueves para que los coches puedan reocuparlo momentáneamente para seguir manteniendo el mercadillo semanal, haciendo firmar a los vendedores un “acuerdo” de que respetarán ese espacio anteriormente ocupado por los coches; niños/as que pasean por la ciudad “poniendo multas” a los coches mal aparcados”,….y lo mejor es conocerlas de primera mano y ver cómo toman conciencia, cómo son capaces de llegar a acuerdos, capaces de reconocer sus derechos.
Y claro, escuchando a Tom Steinberg, la cabeza empieza a imaginar que hoy esos chavales ya se manejan en la red a ciertas edades y podría ser interesante probar herramientas de redes sociales para que tomen parte en la construcción de la ciudad desde su perspectiva, denunciando, preguntando, sugiriendo, dando ideas,….interviniendo desde herramientas y plataformas que para ellos ya forman parte de su vida diaria y han nacido con ellas. Sería interesante pensarlo un poquito más.