Hace unos días se ha estrenado en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía, de Madrid, la exposiciónPrincipio Potosí. Uno de los centros más importantes de la península ibérica en esa materia (alberga el Guernica de Picasso entre otras joyas) ha dedicado una de las salas temporales principales (apuesta en el segundo cuatrimestre del año) a este asunto. Se espera que la muestra viaje por Berlín y más adelante llegue a La Paz.
Globalización es la primera palabra que aparece en mi cabeza al verla y aunque esa noción no sea un hecho novedoso, sí lo ha sido el uso intensivo de su vocablo en las últimas décadas. Cada vez más, especialmente a partir de las nuevas tecnologías y las posibilidades de interconexión que traen. Todo ahora se mira mezclado, enredado, tejido, y no siempre con buenos ojos. No siempre con optimismo.
Precisamente lo que nos plantea Principio Potosí es la mundialización y sus posibilidades, para bien o para mal, ejecutada flagrante o accidentalmente, y lo hace utilizando las armas o medios de los que se nutre precisamente: las interconexiones.
La muestra cuenta con curadores alemanes, y está compuesta de obras y objetos de lugares tan diversos como Qatar, Huelva, China y Bolivia por nombrar algunos. En la instalación boliviana intervienen, al mismo tiempo que algunas propuestas del Siglo XVII, la interesantísima artista Elvira Espejo, además de las provocativas Mujeres Creando. Éstas últimas con una potente instalación, crítica hacia la Iglesia, en la que expone una celosía de madera a modo de marco (conceptual, sí) que actúa como barrera y filtro a las posibilidades de la mujer, muy persistente hasta hoy en la cultura nacional.
Si tuviésemos la posibilidad de alejarnos físicamente de la exposición, la impresión primera que me sugiere es la de una página web. Mucha información, conexiones diversas, recorridos caóticos, conceptos aparentemente aislados pero vinculados por un contexto en distintos lugares del planeta. Sobre todo barroquismo en cuanto a información. Muchos datos, sensoriales y referenciales.
Esto nos lleva a pensar en las capacidades de los curadores, ya no sólo en términos de curaduría y pericia técnica sino de creación artística, y claro está, a cuestionar su capacidad estética.
Más novedoso resulta el planteamiento en el que se puede asociar el concepto de creación 2.0 ya que algunos de los protagonistas de la obra no son considerados en primera instancia “artistas”. No se trata de una muestra exclusiva del mundo de las bellas artes ni mucho menos. Es más bien un híbrido entre el activismo militante y la creación libre.
Aquí es cuando nos preguntamos de dónde viene la vanguardia del arte contemporáneo. ¿Es un coto cerrado a Tribeca o al Soho? ¿Tiene que venir de Europa o de San Francisco? Quizás el arte parcial, aldeano y local occidental se haya agotado hace mucho en favor de uno mucho más universal y genérico, al fin y al cabo la conexión de la estética y de los conceptos, se hace con una relación directa de las repercusiones sociales y de las preocupaciones contemporáneas. Inquietudes globalizadas, y no siempre concebidas hacia la libertad, sino muchas veces hacia la esclavitud originada por nuevos mecanismos.
Publicado también en el diario boliviano Los Tiempos. Foto: Victoria López.