Al pagar en un bar o en una tienda, recibimos a menudo, sin pedirlo, un ticket de compra que dejamos en el mostrador y acaba en la papelera. Un gasto innecesario de papel que debe ir siguiendo el mismo camino que las bolsas de plástico. Además, estos tickets se imprimen habitualmente en papel térmico no reciclable, y se revisten de sustancias tóxicas para la salud, lo que agrava el problema y hace necesaria la adopción de medidas para eliminar su ubicuidad.

 

Tan solo en el Reino Unido se imprimen 11.200 millones de tickets al año, lo que equivale a un coste de producción de 36 millones de euros. Muchos de estos tickets están revestidos de bisfenol A (BPA) o bisfenol S (BPS), sustancias tóxicas para la salud humana o para la fauna. Elementos que ya han sido prohibidos de las botellas de agua para consumo. Según un estudio realizado en 2018, al menos la mitad del papel que circula en la UE contiene BPA o BPS. La presencia de estos elementos hace que se desaconseje el reciclado de la mayor parte del papel térmico, ya que el BPA se soltaría al aire.

 

Desde 2017, algunas cadenas de supermercados, como Lidl o Carrefour, han introducido medidas para eliminar el papel de la compra. Si los clientes lo eligen así, reciben sus tickets digitalizados en una aplicación de compra. Un obstáculo importante para la implantación de tickets digitales es que siempre tiene que pasar por el consentimiento del consumidor final, quien además tiene que proporcionar una dirección e-mail o instalarse una app proporcionando sus datos. El desarrollo e implantación de soluciones menos disruptivas en la experiencia de compra sería de gran ayuda. Pero es sobre todo fundamental que las autoridades europeos legislen para darle solución al problema.