Ha tenido que pasar mucho tiempo para poder leer la reedición en castellano de Muerte y vida de las grandes ciudades, un libro que cualquier que se acerque al pensamiento sobre la ciudad en los últimas décadas se encontrará referenciando en poco tiempo. Esta reedición tiene lugar cuando se cumplen cincuenta años de la publicación en 1961 de The Death and Life of Great American Cities y a raíz de este aniversario en las últimas semanas hemos podido encontrar multitud de artículos que revisan la contribución de la autora con un poco de perspectiva. Y, sobre todo, la oportunidad de poder leer el libro.
Su lectura cincuenta años después es sorprendentemente actual y, además, permite encontrar puntos de unión con algunos de los temas fundamentales hoy en día en las políticas urbanas. Resulta llamativa, por ejemplo, su crítica a la visión mítica de los grandes parques urbanos como pulmones verdes de las ciudades, pero también su rechazo a la mitificación de los espacios públicos abiertos por sí mismos, sin tener en cuenta un aspecto mucho más fundamental como es la vida que permiten en las propias calles. Por ello apuesta por el mantenimiento y cuidado de los pequeños parques vecinales frente a la grandiosidad de los grandes parques metropolitanos pero, al mismo tiempo, rompiendo la visión excesivamente sentimental del barrio. En sus párrafos pueden atisbarse premonitorias críticas sobre el peligro de los grandes proyectos monofuncionales -en aquella época, centrados en la construcción de concentraciones de infraestructuras culturales- que hoy cumplen la ficción de hacer ciudad sin serlo (ciudad de las artes, ciudad de la seguridad, ciudad del futbol, ciudad de la cultura, ciudad de la justicia,…) y son, en todos los casos, ejemplos claros de a lo que se oponía Jacobs. Jose Fariña resume perfectamente cómo este discurso, sin saberlo, es precursor de buena parte de las ideas en torno a la sostenibilidad urbana que manejamos hoy, en especial en cuanto a la mezcla de usos y la compacidad urbana.

Seguramente sea un error leer el libro como un manual de recetas de diseño urbano, por más que su estructura así parezca plantearse. Porque más allá de las condicionesque plantea como elementos que permiten una vida urbana de calidad (la combinación de usos primarios, la existencia de manzanas de pequeña escala, el mantenimiento de edificios antiguos como forma de equilibrar el peso de la renovación y la concentración de usos y personas), el libro es, ante todo, un relato de la cotidianeidad. No es difícil, así, por mucho que los casos que plantea se referirán a ciudades tan distintas a otros entornos como Boston, San Francisco o New York, imaginarse las mismas observaciones en nuestras propias calles, convirtiéndose, en todo caso, más bien en un manual de observación que de planificación. Precisamente porque era una persona ajena en cuanto a formación a la ordenación urbana -perfecto ejemplo de profesionalismo amateur o cómo el mejor conocimiento experto puede estar en los usuarios-, su visión tiene un alto interés y por eso el libro se celebra no con lecturas sino con paseos por diferentes ciudades del mundo (Jane´s Walks). Hoy algunos de sus pasajes pueden resultar simplistas a la luz de la complejas teorizaciones post-modernas de cierta literatura sobre la ciudad. No hay grandes conceptos ni largas disquisiones; sí, en cambio, descripciones, anécdotas, nombres de calles y de personas que forman, al final, la esencia de la ciudad.
Como todo clásico, estamos ante un libro del que se ha escrito mucho durante tanto tiempo y ante un personaje sobre el que también se han escrito muchas líneas. Tiempo suficiente para encontrar aristas y críticas a partes iguales con las muestras de apoyo y el aplauso que recibe. Christopher Hume recuerda su contribución y cómo su “recetario” es aplicado de forma selectiva para descartar propuestas poco encajadas con las dinámicas de ciertas políticas urbanas actuales.  Santificada por algunos y considerada la más influyente pensandora urbana, se publican ahora estudios que revisan sus aportaciones (Reconsidering Jane Jacobs) y celebran  su influencia y la actualidad de buena parte de su pensamiento en un momento de intensísima urbanización mundial que parece avanzar a contracorriente de buena parte de su pensamiento. Una especie de contradicción teniendo en cuenta que Jane Jacobs -influida por su propia experiencia de vida en grandes ciudades- escribía pensando, quizá premonitoriamente, en ciudades de gran tamaño. Un extenso artículo deThomas Campanella también merece una lectura en este aniversario para encontrar elementos de análisis sobre otro de los aspectos fundamentales a la hora de leer a Jane Jacobs: su contribución a la caída del planeamiento urbano como disciplina. ¿Es Muerte y vida de las grandes ciudades un canto contra el planeamiento y la concepción planificadora de la ciudad? Más bien es una invitación a entender cómo funcionan de verdad las ciudades antes de proceder al trabajo de planificación y al desarrollo de proyectos urbanos. En este sentido, no es un libro teórico, sino una forma de mirar la ciudad y de entender por qué pasan las cosas. Por qué un parque deja de usarse. Por qué una plaza acaba siendo abandonada de usos lúdicos y reapropiada por otros usuarios. Por qué unas calles producen miedo y otras no. Por qué hay calles que no sirven para nada. Por qué el tamaño de una acera importa. Por qué pasan las cosas que pasan. Por pequeños detalles imperceptibles muchas veces.