En los últimos 30 años, Euskadi ha desarrollado una intensa y activa política industrial que ha puesto en el impulso de la I+D+I su principal prioridad. Estas políticas, junto con otras iniciativas sociales y políticas de gran envergadura, son la clave que explica su privilegiada posición en términos de renta per cápita (un 30% por encima de la media de la UE) que es lo, sin duda, ha permitido construir un sistema de bienestar y de servicios públicos homologable al de los países más avanzados de Europa.
En las actuales vicisitudes en la que estamos envueltos, nuestra sociedad tiene graves problemas, pero a pesar de las dificultades está aguantando los fuertes embates de la crisis con cierta solvencia. A nuestro entender, la explicación a esta situación es realmente simple: las vacas flacas llegaron al País Vasco con empresas, especialmente en la industria, modernas y altamente internacionalizadas que habían invertido generosamente, disponían de la tecnología más avanzada, contaban con personas bien preparadas y herederas de una gran tradición y cultura industrial y tenían implantados sistemas de organización y gestión líderes en eficiencia operativa capaces de aprovechar muy bien los recursos humanos, sociales y científico-tecnológicos disponibles.
Y todo esto ha sido posible gracias al elevado compromiso estratégico con la innovación empresarial que con pocos matices se ha mantenido a lo largo del tiempo y que ha permitido, por un lado, una inversión pública a la altura de la prioridad política y, por otro, el desarrollo de una sofisticada y avanzada red público-privada de agentes científicos, tecnológicos y de innovación que es, sin duda, el elemento diferencial y principal baluarte del soporte e impulso de una sociedad innovadora en el País Vasco.
En este contexto, resulta fácil recomendar que nuestra sociedad debe seguir apostando por esa vocación por la I+D+I. Sin embargo, esto no es ni mucho menos suficiente ya que lo complicado consiste en entender que lo que se venía haciendo es sólo historia que no cuenta para el futuro.
Las crecientes exigencias del entorno mundial, el nuevo modelo industrial intensivo en innovación y conocimiento por el que tenemos que apostar y el actual contexto de crisis financiera y presupuestaria nos imponen transformaciones estructurales de gran calado que es preciso acometer con urgencia
En primer lugar, recuperar el compromiso político y ciudadano con la innovación empresarial para salir de la dinámica de los recortes y entrar en la de las inversiones que construyen futuro. En segundo lugar, transformar nuestra sociedad y adaptar nuestro sistema de valores para contar con personas emprendedoras, creativas e innovadoras y una ciudadanía con un elevado nivel de autocrítica que disfruta aprendiendo y formándose y está preparada para la colaboración y trabajo en red en entornos globales. En tercer lugar, la construcción de un eco-sistema global de innovación en el País Vasco en el que lo importante no son los agentes, sino la calidad de las relaciones entre ellos en la búsqueda de una identidad propia y liderazgo global efectivo. Finalmente, no avanzaremos mucho sin replantear completamente el modelo público de promoción de la innovación, repensando los instrumentos en una nueva clave de eficacia y eficiencia y reforzando la colaboración y el compromiso público-privado. Sin duda, un camino complejo, pero ilusionante.