Casi todos los donostiarras han sentido la plaza Easo como si fuera el salón de su casa. Un gran salón compartido de una casa enorme que sería el barrio de Amara Zaharra (Amara viejo). Un lugar de recreo, esparcimiento y diversión. Desde niños correteábamos despreocupados en una de las pocas plazas alejadas de los vehículos motorizados que dominaban todos los rincones de la ciudad. Salvo en la plaza Easo. Esta plaza siempre la dominó la gente. Y así se transmite de una generación a otra. Al igual que otras Easo tiene sus puntos fuertes y débiles, sus limitaciones y potencialidades, que la convierten también en espacio para el debate y la transformación urbana en un proceso constante de lucha por el derecho a la ciudad que se ejerce seguramente de forma inconsciente e incesante.
La plaza Easo es centro de la ciudad (no en vano recibe su nombre por el gentilicio de Easonense). Es la identidad de Donostia. La que no cambia, aunque lo haga. La que mantiene la esencia de un espacio público conquistado desde el primer momento. Es el cobijo de los vecinos al volver del trabajo, de los conciertos mensuales de cualquier fiesta por cualquier motivo, de comidas populares y mercados tradicionales, de mercados de segunda mano, plataforma y altavoz de reivindicaciones de toda clase. Es la representación social de los Donostiarras.
Ninguna de las otras plazas del barrio contiene lo que la plaza Easo: complejidad. Como decía, la plaza Easo se apropió enseguida del beneplácito de la ciudadanía. Se percibe que este espacio público ha vivido mucho. Son los valores cívicos y ciertas condiciones materiales, que no las mismas funciones sociales y culturales, las que han forjado la personalidad casi tangible de este lugar. Uno de los valores cívicos que rezuma es la tolerancia, el respeto a la diversidad de colectivos entre quienes se comparte el espacio y las actividades. El concepto de Auzolana o trabajo comunitario/ para la comunidad se sucede en la plaza como respuesta social ante las problemáticas compartidas. Una vecindad madura.
También se caracteriza la plaza por los pequeños comercios que perduran consagrándose en el tiempo y generando esta sensación de “no cambio” que transmite Easo. Los vecinos compran en los establecimientos de ultramarinos, mini-mercados (por lo de super-mercado), bares, panaderías y pastelerías de toda la vida, tradicionalizados por el paso del tiempo. Las compras se realizan de forma natural, poniendo en valor el trato cercano y la importancia de ver perdurar y prosperar al barrio como un ejercicio compartido por todos, que cuidan y se mantienen los unos a los otros. Y eso que las tentaciones de grandes supermercados, centros y barrios comerciales próximos a la plaza han brotado como una epidemia en toda la ciudad. Epidemia de la que Easo aún se defiende, como último bastión local defendido a diario por sus pobladores.
Las relaciones sociales se crean, se endurecen y se consolidan con la interacción social prolongada por el paso del tiempo. Este hecho constituye “un evento cotidiano hecho de encuentros y tropiezos, de afectos, de multiplicidad y, sobre todo, de posibilidades” (Estevez Villarino, 2012). Los grandes espacios públicos, como bulevares, avenidas, centros comerciales o grandes plazas no son propicias para tejer relaciones sociales que se conserven en el tiempo. En estos espacios se generan encuentros casuales que se desvanecen al paso de unos pocos días. La plaza Easo es una plaza de barrio, de ciudad por su diversidad y apertura, es donde los vecinos se conocen, las familias comparten escuelas, bares y preocupaciones, las generaciones van y vienen, ante la mirada del espacio físico que se mantiene.
«La gente, a todas horas y en todos lados, ajusta sus comportamientos en público de manera recíproca a los demás. Estos pactos cotidianos son implícitos, y además no son fijos, sino dinámicos, se están siempre renegociando entre personas y grupos sociales con intereses, valores e identidades diversas y cambiantes. Ninguna normativa o regulación administrativa puede substituir estas negociaciones; de otra manera, el espacio público perdería toda vitalidad» (Aramburu, 2008, pág. 146).
Resulta incalculable la cantidad de población que la haya transitado y disfrutado en algún momento de su historia, más allá de los vecinos de diario. Siempre ha ejercido de punto de gravedad para escoger transitar por ella antes que por calles paralelas. Además, se sitúa en un lugar clave en cuanto al tránsito de los ciudadanos: por un lado, los vecinos del Barrio de Amara Berri, el más poblado de la ciudad, deben pasar por una de las pocas calles de este primer tramo del Centro para ir a la Playa o a la Parte Vieja ya que tanto el río como la montaña estrechan la ciudad en este punto, que se convierte en un embudo natural. La mayoría vamos por Easo. Por supuesto porque es más amable, más abierta, con más luz y viveza, y también porque llegas más rápido a la Playa de la Concha y al paseo de Alderdi Eder. También recibe muchas visitas de los vecinos de Aiete (en la parte alta de la ciudad), que pueden ir rápidamente al centro de la ciudad bajando directamente a la plaza Easo. Los niños de los colegios de Marianistas, San Bartolomé, y Amara Viejo también veían la plaza a diario, unos para atajar en su camino al colegio optando por cruzar la plaza, y otros como patio de recreo extraescolar del colegio. La Iglesia de las Carmelitas es otro más de los puntos de encuentro que ofrece la plaza y que atrae periódicamente a los feligreses de la ciudad.
Todas estas cualidades nacieron de un planeamiento estratégico que acertó en la configuración y localización de la plaza. Pero han sido los ciudadanos quienes la hemos dotado de contenidos e impulsado su crecimiento y madurez. Uno de los elementos de la plaza es el emblemático Quiosco que hace función de escenario, de pista de baile, de campito de fútbol para los más pequeños y de refugio en los días de lluvia, entre otras tantas funcionalidades espontáneas.
Easo también es conocida para otros municipios y turistas ya que es la primera imagen para los visitantes que llegan a Donostia con el tren de cercanías de Euskadi (Euskotren), Este tren conecta con los pueblos de alrededor y con la estación de Francia en Hendaya. A su llegada la gente que sale de la estación se encuentra unos metros por encima del nivel del suelo, lo que les permite observar el conjunto de la plaza, con sus árboles y jardineras que lucen la imagen de la plaza ofreciendo una amable sonrisa con una acogedora bienvenida. Para favorecer la intermodalidad se pueden encontrar bicis eléctricas municipales en la propia entrada de la estación que invitan a la ciudadanía a pedalear por el bidegorri (carril bici) que transcurre por Easo hasta cualquier punto de la ciudad.
Los vecinos de Easo y del barrio de Amara viejo comparten ahora la incertidumbre de los nuevos proyectos urbanísticos que podrían alterar la dinámica del barrio, pues la plaza se va a someter a cambios estructurales. El soterramiento de Euskotren y su conversión en el metro de Donostia va a tener su mayor impacto en este preciso enclave. Las pancartas colgadas por casi todos los balcones que miran a la plaza transmiten esa sensación compartida de que Easo se enfrenta a un futuro incierto. Recientemente las oficinas de urbanismo de la ciudad de Donostia se han trasladado a la plaza debido, en parte, a que junto a las obras del metro se están ejecutando otras intervenciones urbanísticas de gran envergadura. Ya se han sustituido edificios, frontones y calles enteras en las inmediaciones, pero la transformación más severa todavía está por venir. Hay un miedo latente por ver el desarrollo de una plaza trabajada desde la sociedad, basada en los usos y costumbres. Este sentir se comparte en otras esferas urbanas de la ciudad que no quieren perder lo que significa la plaza de Easo, por su ejemplo de convivialidad*.
*En este caso no referida a lo interpersonal, sino al hecho de sentirse parte de algo común cuando estamos en el espacio público urbano en el que la multiplicidad es experimentada. Desde la tranquilidad que un parque nos pueda hacer sentir, al placer de observar a los viandantes desde un banco en una plaza, al acceso al conocimiento de una biblioteca o el tropiezo con alguien que no nos esperábamos encontrar.”
JUAN IGLESIAS
Urbanista Ambiental
Naider