5070788776_3f3ac417ed_oEl conocimiento, como elemento volátil, intangible y global,  no entiende de fronteras. En el negocio generado en torno al mismo, hay multitud de agentes de diferente índole y procedencia, un tablero mundial en el que se perfilan tendencias, pero no normas y por el que para moverse, hay que hacerlo con decisión y sin miedo a jugar. La comunicación, la entiendo como un halo que envuelve ese conocimiento que permite su paso de mano en mano y que vela por su repercusión e influencia.

Desde la ciencia se trabaja a destajo y con poco descanso, para encontrar soluciones a un sinfín de misterios  y problemas que vamos generando en el planeta. No es magia, ni fe, ni cuento, es ciencia; son miles de personas y más millones de horas. Son ejércitos de bata blanca, ecuaciones, fórmulas, soluciones…que precisan una merecida atención.

Todos esos esfuerzos, que desarrollan miles de desconocidos, sin saberlo, arrojan luz a diario, cada mañana en nuestros escritorios. En forma de noticia, publicaciones científicas o, raras veces en prensa general, leemos con alivio sus hallazgos, resultados, y soluciones planteadas en aras de mejorar nuestro desarrollo. Muchas innovaciones, patentes y mejoras, jamás verán la luz o por lo menos no la luz que deberían. La falta de proyección y divulgación hace a la ciencia vehicularse por canales underground o por productoras independientes que no llegan al gran público. De este modo, se deja entre abierta la puerta al negacionismo y al pesimismo ilustrado que abunda entre nuestros líderes, medios generalistas… y ha sumido a media población en un discurso apocalíptico que me niego a escuchar.  Creo que una mejora de la comunicación de la ciencia podría iluminar y dar un giro radical a los momentos bien ilustrados por aquella campaña publicitaria de Ikea que nos gritaba TODOVAMAL.

Cuando ves que las tecnologías existen, que los problemas cuentan con soluciones, simplemente que no se están aplicando te preguntas (o te cabreas) ¿por qué la ciencia, aunque esté bien cocinada, no llega al plato? Pensando en razones y dejando atrás las relativas a desidia que cohabita entre la clase política, ves que desde tiempos insospechados la ciencia y la política no se entienden y como en divorcio mal avenido la comunicación es mínima.

El principal problema de entendimiento que existe entre ambos es multi-canal y direccional. La ciencia es compleja por naturaleza, sus tiempos son diferentes, no es inteligible para viandantes y por tanto, es excluyente… las investigaciones son inciertas, muchas a largo plazo, los resultados complejos, el lenguaje técnico y a veces cuesta ver su aplicabilidad. Si nos detenemos a examinar la política vemos que es corto-placista, necesita elementos aplicables y ejecutables en el momento, dar datos irrefutables, tomar medidas tangibles, entendibles y populistas.

Con estos dos polos opuestos avocados al entendimiento mutuo, se nos presenta una nueva dimensión de comunicación que está por articular y que requiere de elementos hasta ahora no empleados, empezando por una gran dosis de voluntad.  Pero también, de la participación en el proceso de nuevas figuras de mediación.

Necesitamos construir un espacio neutro de convivencia y entendimiento.  No se trata de politizar la ciencia, ni de que los científicos dirijan nuestras ciudades. Pero sí que de que ambos trabajen conjuntamente y busquen sinergias para gobernar en vanguardia e investigar eficientemente.

El proceso es complejo, pero no hay tiempo que perder, son muchos los países que han establecido ya los puentes y fruto de ello son sus cifras y su buena marcha. La metodología e instrumentos han de ser diseñados a medida, pero tendrán mucho de traducción -de un lenguaje a otro-, de técnicas de manejo de la incertidumbre, de fomento del diálogo y sobre todo de trabajo conjunto. Llegados a este punto introduciríamos una tercera punta, que sería hacer partícipe en los procesos a la sociedad, previa capacitación, pero este es otro capítulo.