Hace ya unos meses que dediqué unos párrafos a lo que por entonces era sólo un proyecto en sus primeros inicios: un laboratorio urbano sin personas en medio del desierto de Nuevo México. Entre otras cosas, ya vimos que estos mega-escenarios no son unos desconocidos en la historia. Ahora sabemos un poco más y vuelve a celebrarse acríticamente en los medios y las redes sociales, que se hacen eco de esta iniciativa. Por entonces, a falta de más detalles, ya parecía una idea bastante alejada de cómo debería enfocarse la investigación tecnológica para acertar a la hora de diseñar nuevos servicios urbanos que realmente respondan a las necesidades de la vida en la ciudad. Ahora tenemos un poco más de detalles.
Esta ciudad sin habitantes se llamará Center for Innovation Testing and Evaluation y se presenta así:
The Center for Innovation, Testing and Evaluation (CITE) will be the first of its kind, in scale and scope, fully integrated test, evaluation and certification facility dedicated to enabling and facilitating the commercialization of new and emerging technologies.
CITE will be modeled after a mid-sized modern American city, integrating real-world urban and suburban environments along with all the typical working infrastructure elements that make up today’s cities. This will provide customers the unique opportunity to test and evaluate technologies in conditions that most closely simulate real-world applications.

Impulsada por el holding Pegasus, esta ciudad ofrecerá un marco de pruebas para una serie de tecnologías que podrán probarse en un marco aséptico sin interferencias de ciudadanos, usuarios, contratiempos o eventos inesperados. Con un marco de investigación tan acotado, se hacía evidente que tan sólo una serie de tecnologías tendrían sentido ser testeadas aquí: sistemas de transporte inteligente, generación de energías alternativas, smart grids, infraestructuras de telecomunicación, seguridad, etc. En este tiempo he visto cómo incluso en foros donde se trataba de impulsar temas como la innovación abierta se aplaudía este proyecto como el último gran avance del discurso de las smart cities. Pero ahora, conociendo más en detalle el proyecto, sigo en las mismas.
Las tecnologías que inciden en la vida urbana van mucho más allá de las apuntadas. Pero incluso estas, que tienen un gran componente de infraestructura “dura” y aparentemente pasivas, van a depender necesariamente del uso que se haga de ellas. Podríamos pensar que quizá necesiten pruebas previas a su uso para ajustar y analizar cuestiones de diseño y de operativa. Sin embargo, ¿no debería anticiparse al máximo esta “salida a la calle”? Es otro marco metodológico muy diferente del living lab, por ejemplo, que busca, a grandes rasgos, acercar las fases de conceptualización y diseño a condiciones reales en las que los usuarios de esas tecnologías sean losprotagonistas.
Las instalaciones, sin embargo, apelan a su tamaño medio como el escenario ideal en el que probar tecnologías que se pretenden implantar después en la tipología típica de ciudades norteamericanas (de hecho, en su diseño se ha querido replicar la ciudad de Rock Hill en Carolina del Sur), utilizando CITE como un laboratorio urbano para simular escenarios y recoger datos de los ensayos en un entorno de interacción cero con usuarios. Posiblemente, disponer de condiciones asépticas de laboratorio en un aparente contexto urbano (en realidad, piénsalo, lo de hacer una ciudad es tan sóloun escenario que funciona como reclamo) puede tener cierta utilidad para investigadores y empresas que quieran implantar este tipo de tecnologías con ensayos previos sobre el terreno (y terreno no es lo mismo que calle), pero la relevancia de esos ensayos, parece, será muy limitada mientras no se enfrente a condiciones reales de uso. No podemos despistarnos mucho si realmente queremos acertar a la hora de desplegar en la ciudad la tecnología suficiente, necesaria y cercana.