Las proyecciones de EUSTAT predicen un muy lento crecimiento de la población total y una pirámide poblacional con progresivamente menos peso de las personas entre 16 y 65 años, que perderían alrededor de tres puntos porcentuales sobre el total de la población de aquí a 2036. Con esta estructura poblacional, parece difícil que la economía vasca pueda seguir creciendo y desarrollándose como lo ha hecho en el pasado. Entre 1995 y 2023 el PIB vasco creció a una media anual del 2,2% en términos reales.
Las estimaciones realizadas por Naider revelan que mantener la senda de crecimiento sólo será posible con crecimientos de la productividad real media anual de la economía vasca (PIB entre población ocupada) por encima del 1,2%.
Respecto a esto les daremos una buena y una mala noticia. Primero, la buena: este crecimiento es factible porque Euskadi sabe lo que es mejorar su desempeño económico a este ritmo; la productividad de la economía vasca creció a esa tasa desde 1995 a justo antes de la gran depresión en 2008. Lo que fue posible por la notable capacidad del sector industrial que representaba en ese momento el 27,5% de la economía y cuya productividad crecía casi un 30% más de lo que lo hacía el sector servicios.
La mala noticia, sin embargo, es que será muy difícil que esto se consiga; entre 2008 y 2024 la productividad ha crecido sólo al 0,9% anual de media y entre 2023 y 2024 ni siquiera ha llegado al 0,5%. Esta evolución es el resultado de la gran incertidumbre que se ha vivido en los últimos años: sin una recuperación clara de la gran crisis financiera, llegó la pandemia, luego la guerra de Ucrania y con ella una inflación de dos dígitos, una gran crisis energética e importantes rupturas de las principales cadenas de suministro mundial que han ralentizado notablemente la economía. En este contexto, además, el sector industrial, principal motor de la economía vasca, es el que ha resultado más perjudicado y el que se encuentra en la actualidad en la situación más complicada: el índice de producción industrial de la economía vasca presenta en abril de este año una caída interanual del 1,3%.
Esta situación es la consecuencia, del papel estelar de China que penetra de un modo progresivo y muy contundente tanto en el mercado interno europeo, como en los mercados globales con productos tecnológicamente muy avanzados y altamente competitivos en las principales cadenas de valor en las que opera la industria vasca: la automoción y la energía, principalmente, pero también otras muchas como la electrónica, la maquinaria o los bienes de equipo. Un factor adicional y no menos relevante es el desbarajuste generado por la política arancelaria promovida por la nueva administración americana que trastoca no sólo el comercio con ese país, sino el conjunto de los intercambios a nivel global.

Productividad Industria y servicios, VAB real por puesto de trabajo. Cuentas Anuales.
Fuente. Eustat
En síntesis, Euskadi se encuentra en una importante encrucijada que está marcada por la urgente necesidad de incrementar su productividad y claramente las únicas palancas que la pueden movilizar son dos que están estrechamente entrelazadas entre sí. La inversión y el talento de las personas para ponerla en valor.
En primer lugar, la inversión en tecnología y, en particular, en I+D+i para, incorporar rápidamente y de modo óptimo en las empresas los disruptivos avances que se están dando en el ámbito de la inteligencia artificial y la tecnología y que convergen en una nueva industria manufacturera más inteligente, automatizada y sin emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. La inversión en i+D+i, sin embargo, no es sólo para mejorar y adaptar lo ya existente, sino que tiene que servir para abrir la puerta a nuevos productos y servicios que diversifiquen la economía vasca, la abran a nuevos mercados globales emergentes y de rápido crecimiento y la integren progresivamente en la sociedad del conocimiento que es en la que el País Vasco tiene que avanzar si quiere seguir siendo un país industrial.
Y, efectivamente, el conocimiento las personas y su talento son los elementos que conforman la principal palanca de mejora de la productividad. Personas capaces de entender los cambios sociales y culturales y aplicar con éxito las nuevas tecnologías. Personas innovadoras para gestionar los grandes desafíos a los que se enfrentan las empresas, las instituciones y la sociedad en su conjunto.
Como queda patente, la pirámide vasca de población no da mucho margen y, por tanto, el País Vasco está forzosamente obligado a gestionar con audacia y decisión sus recursos para retener y atraer el talento que necesita para avanzar y desarrollarse.
¿Qué recursos? En primer lugar, su sistema de formación formal e informal y la Red Vasca de Ciencia y Tecnología que tienen que avanzar en su nivel de excelencia para atraer a los mejores, conectarles con el sistema empresarial y dotarles de las capacidades y actitudes que la sociedad vasca necesita.
En segundo lugar, un tejido empresarial dinámico e innovador que aúne en sus ofertas laborales condiciones económicas competitivas junto con una reputación, cultura organizativa y valores capaces de aportar valor y atractivo crecientes para las personas con talento diferencial.
Finalmente, pero no, por ello, menos importante, la articulación de entornos de vida con elevados estándares de calidad que no se limitan a la parte física y las infraestructuras, sino que se extienden a aspectos como el medio ambiente, la cultura e identidad propias, la provisión de servicios públicos, la calidad de las instituciones públicas y privadas y el cuidado de todas las personas.
En definitiva, el progreso demanda mayor productividad y ésta exige más y mejor innovación y talento. Un binomio en el que Euskadi se juega su futuro.
Ilustración: Ezi