El tamaño es una de las grandes obsesiones de la política industrial vasca. Que las empresas vascas son excesivamente pequeñas y que tienen que incrementar su dimensión es un diagnóstico que escuchamos repetidamente no sólo a la clase política, sino también a empresarios y asociaciones empresariales y a muchos académicos. (ver por ejemplo, aquí o el informe de la patronal vasca ConfeBask “Razones para una política de fomento del tamaño empresarial en Euskadi”).
La regla de tres que se utiliza en el diagnóstico es sencilla: las empresas grandes cuentan con más recursos, tienen mejor acceso a la financiación, están más internacionalizadas, hacen más I+D, son más productivas, más tractoras,…, en definitiva, son mejores empresas. Por tanto, si nuestras empresas crecen también serán mejores. Y de ahí a las repetidas recomendaciones o incluso programas públicos para facilitar el crecimiento empresarial, no queda más que un paso de pura lógica ¿no?
Las cosas, sin embargo, no suelen ser tan sencillas y por mucho que un restaurante local se fusione o cree alianza con otros similares, no se convierte en un mejor restaurante y mucho menos en “McDonals”. Porque lo que realmente diferencia al primero de este último no es el tamaño, sino su concepto de empresa y de modelo de valor.
Una empresa gana en competitividad si aporta valor creciente en el mercado en el que opera y eso no implica necesariamente crecer, sino adecuar bien el tamaño y otras muchas variables (inversión, tecnología, tipología de socios, organización, etc.) a los condicionantes que exige el mercado. Y en este sentido, es mejor no obsesionarse con el tamaño, sino con la estrategia y los modelos de negocio que si bien resulta mucho más complicado desde la perspectiva de la política industrial, puede evitar serios disgustos de desestabilización empresarial (el rápido crecimiento, junto con otras razones, está seguramente entre las causas que explican el proceso de crisis de la cooperativa Eroski, por ejemplo)
No quiere decir esto, por supuesto, que el tamaño no sea una cuestión relevante, que lo es y mucho ya que muchas estrategias de desarrollo empresarial -impulsar un nuevo producto, entrada en mercados internacionales, avanzar en la cadena de valor, etc.)- obligan necesariamente a invertir e incrementar el tamaño empresarial. Pero no confundamos los objetivos o el destino con los medios y nos pongamos al volante de un Ferrari, cuando el vehículo más adecuado es una simple bicicleta.