Haminatu haidarLa incomprensible situación que está atravesando Aminetu Haidar es la consecuencia de una responsabilidad histórica que España arrastra desde que abrazó el día que decidió abrazar la democracia. .

Con un Franco agonizante, España cedió a Marruecos y Mauritania los territorios del Sáhara Occidental que ocupaba desde hacía casi cien años. Esta cesión, que en su día la ONU declaró inválida y ajena al derecho internacional, fue el comienzo de una lucha de los pueblos saharauis por conquistar su autodeterminación como pueblo.

Sahara Occidental es la última pieza del complicado puzzle africano que aún no ha resuelto su proceso de descolonización. La ocupación militar de Marruecos a lo largo de los últimos 30 años ha conseguido que los saharauis hagan de su lucha por la liberación su auténtico leitmotiv y ha inspirado entre la sociedad española un sentimiento de solidaridad con su causa sin parangón en los últimos años.

A lo largo de la transición a la democracia, los distintos gobiernos del Estado apenas han lanzado guiños de apoyo a sus antiguos colonos. La debilidad de la diplomacia española, su escasa influencia internacional, las prácticas de colaboración mercantil con Marruecos e, incluso, el extraño compadreo entre las casas reales de ambos estados han ido legitimando la posición de Marruecos, apostado en la línea del frente con sus tradicionales aliados de Francia y EEUU.

Para muchos, España no ha hecho sus deberes. Es posible que no le haya interesado implicarse en un conflicto que sólo le acabaría trayendo complicaciones a múltiples niveles (desestabilizar la zona, enfrentarse a Francia, ver cuestionada la legitimidad de su presencia en Ceuta y Melilla, sentar un precedente político para fomentar quiebros autodeterministas en sus territorios peninsulares). El caso es que esta mujer, luchadora por la libertad, le está recordando al Gobierno que ya es hora de comprometerse con su propia historia.

Ahora mismo toca salvar la vida de esta ciudadana saharaui. La sociedad no olvidará fácilmente su papel en esta crisis humanitaria si no consigue salvar el bien más preciado. Cuando Haidar regrese junto a los suyos, las buena palabras, el optimismo antropológico y la alianza de civilizaciones tendrán que pasar, de una vez, por una acción inédita de valentía y reivindicación internacional de la autodeterminación saharaui. El gobierno tendrá que reunirse con Francia y hablar seriamente del tema; tendrá que acudir a Bruselas y concertar una posición común; tendrá que viajar a Washington y ganarse a Obama. Pagará un coste económico y algunos pescadores españoles se verán seguramente privados de sus calderos y muchos promotores inmobiliarios e industriales verán sus inversiones en cuestión. Tendrá también un coste político y se removerán algunos cimientos de barro. Es lo que tiene querer pasar por la historia dejando abandonados a su suerte a antiguos conciudadanos. Es lo que tiene dar legitimidad desde un Estado democrático a un estado autoritario que vulnera sistemáticamente los derechos humanos.

Avanzar en la construcción del nuevo orden internacional que el mismo presidente proclama, pasa por denunciar, presionar y construir un proceso democrático de emancipación nacional en el Sáhara Occidental. Un proceso que suponga también el pago de la enorme deuda histórica que España arrastra de forma tan flagrante con todas las personas que viven exiliadas en su propio país (y muchas miles más en España y Mauritania), malviviendo en condiciones indignas y padeciendo el sufrimiento de la ignorancia y el abandono internacional.