familiasxladiversidadEstos días de devoción cristiana (estamos en plena Semana Santa) parece que han alentado a la jerarquía de la Iglesia Católica a esforzarse por resultar antipática y mostrar su fuerza mediática en su incansable combate por la involución social y, en este caso, la extensión de la homofobia. Hasta ahí seguramente nada nuevo. El problema viene cuando en sus excesos verbales injurian y se saltan la legalidad de un Estado que, simultáneamente, libera de cargas tributarias a la Iglesia Católica y la financia de forma sustancial y extraordinaria por mandato heredado del anterior régimen político.

Las declaraciones del obisbo de Alcalá, televisadas por la TV pública española, dejan poco lugar a la conjetura: «Piensan desde niños que tienen atracción hacia las personas de su mismo sexo y, a veces, para comprobarlo se corrompen y se prostituyen o van a clubes nocturnos de hombres. Os aseguro que encuentran el infierno». El texto está plagado de tropelías semejantes (también contra las personas que deciden abortar en el ejercicio libre de sus derechos y otras gentes desviadas).

La ciudadanía, a través de sus representantes políticos y quizás también de la fiscalía del Estado, deberían revisar la legalidad de tales declaraciones (y de muchas de las comunicaciones y adoctrinamientos homófobos que se extienden por los púlpitos) realizadas, para más inri, por una entidad pagada a escote por todos los ciudadanos, católicos o no. La defensa de nuestro estado de derecho no sabe de treguas pascuales. Por dislates similares contra los derechos humanos y la Ley son otros ilegalizados y encausados.

Pero la Iglesia de Roma no está sola en su cruzada. Hoy mismo, El País se hace también eco de la situación en la vecina Rusia donde la Iglesia ortodoxa deja sentir su creciente poder en la sociedad rusa y estigmatiza con sus influyentes tentáculos todo lo que suene a emancipación y libertades sociales. Aquí, a diferencia de Europa, el Estado no acompaña a los perseguidos y la homofobia se hace fuerte en Rusia.

En el otro extremo del mapa, en Santiago de Chile es apaleado Daniel Zamudio, un joven activista defensor de los derechos de los homosexuales. En un preclaro artículo, Mario Vargas Llosa, desgrana las entrañas de la sociedad iberoaméicana donde no sólo las inglesias católica y evangélica hacen gala de su sectarismo sino que tanto los movimientos de derecha como los revolucionarios de izquierda hacen causa común contra esa parte de la sociedad.

Tanto por hacer! Afortunadamente, nuestra sociedad, nuestra civilización, camina firme por la senda de la tolerancia y la convivencia. No me cabe ninguna duda. Hoy, como hace doscientos años, la libertad, la igualdad y la fraternidad siguen siendo los pilares sobre los que levantar la democracia y estos pilares son cada vez más sólidos. Aquí imbatibles, si los poderes democráticos que entre todos nos hemos dotado vigilan su pleno cumplimiento, también cuando se trate de la Iglesia Católica.

Mientras coseguimos universalizar estas virtudes demcráticas: vaya este pequeño post como muestra de solidaridad con los perseguidos en el mundo por su orientación sexual.

Eutsi gogor!

PS. No tiene mucho sentido seguramente hacer un seguimiento de las declaraciones del obispo de Alcalá pero, en el fondo, son tan divertidas que no me resisto a compartirlas (las recoge El País en su edición on-line del 16 de Abril).

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