Es la segunda vez que me acerco a Donosti para asistir a un curso de verano ofrecido por la Universidad del País Vasco. Intervinieron Benita Ferrero-Waldner y Michel Camdessus, Araceli Mangas, Francesc Morata, Daniel Innerarity, Josep Borell, Cristobal Montoro, Mario Fernández, Eduardo Rojo, Victor Renem José Manuel González Páramo, Julio Pérez Díaz, Lluis Bassetz, e Ignacio Torreblanca.
Ferrero-Waldner fue Comisaria de Asuntos Exteriores de la Comisión Europea, es de la familia del Partido Popular Europeo y, según el politólogo Simon Hix “sus posiciones políticas en terminos de derecha-izquierda se sitúan a la derecha de Barroso.” Benita Ferrero-Waldner expuso un decálogo de instrumentos para afrontar los retos europeos como la crisis financiera, el cambio climático, energía y demografía. Entre el decálogo resulta sorprendente que menciona una subida de impuestos para reducir el riesgo sistémico de la economía, algo que tradicionalmente se podría decir que es una reivindicación de la izquierda. Se identifica plenamente con un artículo de Jürgen Habermas en Die Zeit, en el que entre otros temas, se habla sobre una Europa federal y un mayor control del sector financiero (mayor transparencia de los Hedge Funds, mayor control de las bolsas, de las agencias de Rating, eliminación de instrumentos especulativos dañinos para la economía, impuestos a transacciones económicas, etc). ¡Cómo ha cambiado el discurso en sólo dos años! ¡Cualquiera hubiese sido calificado de comunista si lo hubiese propuesto en plena era Bush!
En esta misma línea iban el resto de los discursos. Europa no está mal, tenemos un peso enorme en términos económicos, financieros, políticos. El 38% del presupuesto de las Naciones Unidas se costea por la UE, lleva bajo su mandato 2/5 de las misiones de paz y sufraga el 50% de la ayuda al desarrollo en el mundo. El problema principal es que no saca provecho de su capacidad de influencia por empeñarse en seguir con la fragmentación de sus políticas y dar rienda suelta a un discurso anti-europeísta por parte de los políticos de los estados de la UE. En mi opinión para camuflar sus incapacidades en sus políticas a nivel estatal. Un gran problema es el desconocimiento de la UE. Se habla de que Europa ha propuesto esto o lo otro, pero la opinión pública general no entiende ni el papel de cada institución ni de los partidos. ¿Quién propone? ¿Qué institución, ¿Qué partido? ¿Qué deben hacer los gobiernos y los partidos para que los ciudadanos y los pueblos se empiecen a interesar por la política europea así como los medios de comunicación?
Europa no es interesante porque no existe un claro ganador después de unas elecciones europeas. No existe ni gobierno ni oposición, y choca con la realidad a nivel de los estados. Es más fácil comprender a los políticos de los estados que integran la UE. Es aquí donde se tendrían que hacer algunos cambios, primando más al ganador de las elecciones europeas para que se perciba más un cierto “gobierno europeo” con su correspondiente oposición. En consecuencia significaría dar mayor protagonismo al Parlamento Europeo en detrimento de la Comisión y el Consejo, que, en mi opinión, son las instituciones donde está germinando la semilla del emergente anti europeísmo. La Comisión se ha mutado cada vez más de una institución técnica a una cada vez más politizada, con puestos políticos hasta el nivel de Jefes de Unidad. Además, con el cambio en los tratados y el nombramiento de un Comisario por estado, los gobiernos han empezado a nombrar políticos de su confianza absoluta. Al mismo tiempo, se nombra a un presidente del Consejo, Van Rompuy, y con ello se crea una estructura europea, que llevaría al Consejo a pensar más en términos europeos y menos en clave estatal. En consecuencia, las diferencias entre el Consejo y la Comisión se estrechan y se camina hacia una duplicidad en el papel de las instituciones.
A medio plazo esto podría conducir hacia un constante debilitamiento de la imagen de estas dos instituciones, con constantes luchas internas y decisiones poco transparentes. Esto puede ser una oportunidad de oro para el Parlamento Europeo reforzando su imagen y, a medio plazo, su papel como Gobierno Europeo si logra distinguirse de las otras dos instituciones.
Más Europa significaría ahorro. Hoy en día, el presupuesto actual de la UE es igual al de de un país como Dinamarca con 6 Millones de habitantes, y eso que ya decide en la mayoría de las políticas. Un ejemplo de cómo se puede ahorrar dinero es el gasto militar. La imagen refleja muy bien la enorme cantidad que gastamos en ejércitos sin que ello se refleje en nuestra política exterior. Dependemos totalmente de la política militar de los EE.UU a través de la OTAN. Más Europa a través de un ejército europeo significaría reducir duplicidades, menos gasto militar y a la vez mayor independencia de EE.UU. No olvidemos que la guerra de Irak del 2003 fue la primera vez en la historia que los gobiernos europeos representados en la OTAN no apoyaban a los EE.UU (con algunas excepciones); ¡y vaya la que se lió!