El humo de las bombas nubla momentáneamente el horizonte. Mientras se escriben estas líneas resuenan las salvajadas perpetradas por Hamas a centenares de ciudadanos israelíes y contenemos la respiración por el holocausto que se cierne sobre Gaza en forma de venganza definitiva tras años de asedio y ocupación. Complicado soportar esta espiral de locura irracional para aquellos que entendemos la sociedad como un sistema equitativo de cooperación social entre ciudadanos iguales y que nos guiamos por la Razón como instrumento de negociación colectiva.

Puede resultar un tanto obsceno hablar en estos precisos momentos de compromiso ético y mandato social para otra cosa que no sea el restablecimiento de la paz y el respeto a la vida y menos hacerlo para apelar a una sociedad descarbonizada y resiliente contra el cambio climático. Parece, cuando menos, extemporáneo. Pero tenemos que seguir. La razón, la ética de la razón, seguramente ha vivido épocas mejores pero en Europa somos más (o al menos somos multitud), los que trabajamos por los valores de la solidaridad intergeneracional e internacionalista, por la fraternidad y la igualdad social, por la indivisibilidad e interdependencia de los Derechos Humanos, por la ética racional y el secularismo, por un modelo económico cooperativo y equitativo y por la responsabilidad ecológica y el derecho al Medio Ambiente. Y tenemos que seguir. Queremos contribuir desde Naider, siquiera tangencialmente, a la transformación del mundo hacia ese lugar más democrático, más sabio y más libre. Esta es nuestra lucha o más bien este es nuestro camino, así que tenemos que sobreponernos a la coyuntura bélica para llevar al frontispicio de nuestro magazine la luz que se distingue en nuestra sociedad y que guía la construcción de una sociedad ecológicamente responsable.

De hecho, la descarbonización de nuestra economía y de nuestro modus vivendi no es sólo cuestión de supervivencia planetaria y fórmula de resiliencia contra el cambio climático, también tiene un trasfondo claro vinculado al comercio internacional de combustibles fósiles y la mercantilización de la energía que influye (y mucho) en las luchas de poder en Oriente Próximo. Hoy más que nunca procede recordar este aspecto como una motivación ética adicional para los que aún necesitan argumentos.  

Solía decir el economista y Nobel Amartya Sen que el mejor indicador de desarrollo de un país era el grado de libertad de sus ciudadanos. Razón no le faltaba a este teórico de la justicia económica (que se lo digan, ¿verdad?, a los míseros de Gaza o a los ricos israelíes del otro lado del gueto).

“La descarbonización de nuestra economía y de nuestro modus vivendi no es sólo cuestión de supervivencia planetaria y fórmula de resiliencia contra el cambio climático, también tiene un trasfondo claro vinculado al comercio internacional de combustibles fósiles y la mercantilización de la energía”

Su enfoque se centraba en la importancia de la equidad en la sociedad, y su trabajo ha influido en la comprensión de la economía y el desarrollo desde una perspectiva más amplia que la mera acumulación de riqueza material. Reflexionaba y abogaba, en ese sentido, por entender el propósito de una empresa como un instrumento para ayudar a crear una sociedad decente. Una sociedad decente que para Sen, ya en los 80, incluía el compromiso medioambiental y el respeto a la Naturaleza en la praxis empresarial.

La relación entre la descarbonización (metáfora actual de la sociedad decente) y la economía es compleja. A menudo, se plantea la preocupación de que la transición a una economía baja en carbono pueda tener costos inasumibles desde el punto de vista económico-financiero. Pero la descarbonización, en esencia, presenta oportunidades económicas. La inversión en tecnologías limpias fomenta la innovación, mejora el rating financiero y abre puertas en mercados exigentes que pagan por productos caros. Como explica mi socio Jokin Etxebarria, la transición hacia una economía baja en carbono es fuente de crecimiento sostenible a largo plazo pero también lo es a corto. El argumento de la inacción por mor de la competitividad cruje. De hecho, a nivel macro, la inacción ante el cambio climático también tiene un alto costo. Los eventos climáticos extremos, la pérdida de biodiversidad y la inestabilidad económica relacionada con el cambio climático son costos también reales y ya no tan invisibles.

“La transición hacia una economía baja en carbono es fuente de crecimiento sostenible a largo plazo pero también lo es a corto. El argumento de la inacción por mor de la competitividad cruje. ”

Pero la descarbonización no es solo un desafío técnico y empresarial, es también un acto social y político. Requiere la colaboración de gobiernos, empresas y ciudadanía. La equidad y la justicia social son aspectos esenciales, ya que las comunidades más vulnerables son las más afectadas por el cambio climático y, a menudo, las menos preparadas para hacer frente a sus impactos. Las políticas públicas desempeñan, pues, un papel fundamental en la descarbonización (entendida de nuevo como la construcción de una sociedad decente). La implementación de regulaciones (el imperativo legal) que fomenten la reducción de emisiones es necesario pero sobre todo lo es activar un compromiso político a largo plazo para superar la resistencia al cambio y abordar los intereses creados sin titubear en las decisiones. El mandato social emerge hoy con una magnitud y clamor superiores, señalando a los agentes políticos la dirección que la sociedad desea tomar.

Nuestras ciudades, sin ir más lejos, tienen mucho que decir también en este compromiso colectivo con la lucha contra el cambio climático y la resiliencia a sus efectos. Las ciudades son escenario del vertido de una parte significativa de las emisiones de carbono debido al transporte, la construcción y la demanda de energía.

Por eso tienen la capacidad de liderar el camino hacia la descarbonización a través de políticas y acciones a nivel local. Esto incluye la inversión en sistemas de transporte público eficientes, la promoción de la movilidad sostenible, la adopción de códigos de construcción ecológicos, la densificación urbanística, la suficiencia y la promoción de la energía renovable en la infraestructura urbana.

Como vemos, ámbitos de trabajo sobre los que señalar los deberes sociales hay infinidad. Pero nuestro compromiso, nuestro propósito como proyecto empresarial, es aportar soluciones eficaces y herramientas de transformación viables para aportar valor a nuestra sociedad. Y eso es lo que intentamos hacer esencialmente con nuestro trabajo diario. Así, con la confianza de numerosos agentes públicos (agencias públicas, ayuntamientos) y privados (empresas, fundaciones) hemos venido desarrollando o implementando a lo largo de los años un número de herramientas de transformación orientadas a la descarbonización de nuestras empresas y también de nuestras ciudades. Nuestro catálogo se renueva a medida que surgen nuevas oportunidades y disponemos este año de tres instrumentos con los que estamos trabajando con éxito y que nos parecen especialmente valiosos por su efectividad, por su relevancia y por su capacidad de replicabilidad. 

“Nuestro propósito como proyecto empresarial, es aportar soluciones eficaces y herramientas de transformación viables para aportar valor a nuestra sociedad”

En primer lugar, contamos desde hace un año aproximadamente con la HERRAMIENTA CICLO by naider, para el impulso la circularidad y descarbonización en pymes industriales multisectoriales. Un instrumento de posicionamiento y madurez que articula un itinerario de transición hacia la economía circular en una pyme. Muy recomendable para toda empresa que quiera progresar de forma sencilla pero decidida en el viaje de la sostenibilidad.

En segundo lugar, hablamos de las ZBE (Zona de Bajas Emisiones). La ZBE es una herramienta de gestión de aplicabilidad europea que delimita determinadas zonas de nuestras ciudades y áreas metropolitanas como entornos de atmósfera protegida. En la práctica viene a significar el establecimiento de restricciones importantes al uso de vehículo privado, especialmente aquellos con motor de combustión. Las ZBE han sufrido en los últimos meses un implacable acoso mediático por parte de algunos colectivos sociales con diversos intereses (vecinales, comerciales, defensores del vehículo privado, etc) e incluso el de algunos partidos liberales de la derecha y sectores de la izquierda más conservadora aduciendo un montón de argumentos perfectamente desmontables uno por uno contra lo que no es más que una tecnología para la transformación de nuestras ciudades.

Aquí el imperativo, al margen de su mayor o menos apoyo social, es de carácter legal. En España, todos los municipios de más de 50.000 habitantes deberían haber establecido ya sus ZBE. Pero, al parecer, cambiar de modelo de ciudad no está resultando sencillo y muchos municipios por incapacidad de acelerar ritmos, por desconocimiento de las oportunidades que genera esta tecnología o por conveniencia política han optado por dejar este proceso para el tiempo de descuento. Con nuestro trabajo intentamos ayudar a su implantación en la forma más favorable para cada ciudad asegurando, además del beneficio medioambiental, un claro impacto socio-económico positivo con la recuperación de dinámicas de centralidad ya olvidadas en muchos centros urbanos.

Por último, nos atrevemos con el lanzamiento de una herramienta para el establecimiento de un Sistema Alimentario Urbano Sostenible. La idea es transformar (sustituir, más bien) el modelo de producción y consumo de alimentos de una ciudad por otro que asegure criterios de sostenibilidad y suficiencia al tiempo que avanzamos en la soberanía alimentaria como estrategia de regeneración.

Todas estas herramientas representan una contribución para abordar el desafío de la descarbonización. El camino hacia un futuro sostenible lleva tiempo en manos de la acción colectiva y demanda la implementación de soluciones eficaces en la búsqueda de mayores cotas de bienestar y progreso en esa sociedad decente a la que aspiramos y que tan lejos vemos cuando la guerra nos asalte en streaming.

“El camino hacia un futuro sostenible lleva tiempo en manos de la acción colectiva y demanda la implementación de soluciones eficaces en la búsqueda de mayores cotas de bienestar y progreso”


Editorial de nuestra publicación de otoño, con ésta y más claves de transición.