Las energías renovables han llegado para quedarse. En Euskadi, existe un incipiente “Boom” de proyectos de parques eólicos. Es momento de  reflexionar sobre el modelo territorial que queremos, más allá del modelo energético que necesitamos. La transición energética hay que hacerla, pero no de cualquier manera.

Es evidente que el modelo energético pasa por la energía eólica, así como por la solar. El IPCC (Panel intergubernamental del Cambio Climático) en su Sexto informe de evaluación publicado en el 2023 menciona que frente al reto del Cambio Climático una de las mayores contribuciones para garantizar un futuro sostenible y habitable para la humanidad provendrá del incremento de las energías renovables, especialmente de la solar y la eólica.

El mismo informe menciona que el coste unitario de estas dos tecnologías ha descendido entre 2010 y 2019 en un 55% para la eólica y un 85% para la solar. La mayor rentabilidad de estas tecnologías las hace cada vez más competitivas en el mercado de la energía consolidando su crecimiento.

Según la Asociación Empresarial Eólica las energías renovables ya son una realidad consolidada, habiendo alcanzado en 2023 a nivel estatal generar el 24% de la energía eléctrica consumida. El total del consumo anual de 16 millones de hogares.

A nivel estatal, la energía eólica fue en 2023 la primera tecnología del sistema eléctrico y la primera en potencia instalada, consolidándose como líder a la hora de mejorar el mix eléctrico hacia uno más sostenible.

La eólica ha evitado la emisión de 32millones de toneladas de CO2, ha ahorrado el coste aproximado de 6.500 millones de euros en importaciones de combustibles fósiles. Y en 2022 supuso un ahorro de 7.400€ a los consumidores reduciendo el coste de la electricidad.

Dicho liderazgo en energía limpia y contribución al ahorro económico se debe a la existencia de 1.345 parques eólicos con una potencia instalada total de 29.813 MW distribuidos en más de 1.000 municipios en todo el estado. Demostrada la potencialidad de la energía eólica para materializar la transición energética. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) contempla alcanzar los 62GW instalados para el 2030, lo que supone una instalación de 4GW anuales, lejos de los 1,6 GW que se instalaron en 2022.

La situación de Euskadi contrasta con el buen posicionamiento a nivel estatal, siendo este el quinto estado con mayor producción eólica del mundo y el segundo de Europa. Frente al 24% estatal, en Euskadi la energía eólica apenas supera el 2% de la demanda eléctrica. De los más de 1.300 parques instalados, cuatro se encuentran en Euskadi, sumando una potencia instalada de 153MW, un 0,5% del total.

Además de ser la tercera región del estado en con menor instalación de renovables, después de Madrid y Baleares. Euskadi es la segunda comunidad en consumo eléctrico después de Cataluña en empate técnico con Andalucía y Valencia (INE).

Euskadi, es uno de los mayores sumideros energéticos de la península. Con una alta demanda y muy escasa generación energética. En cuanto a la energía eólica, Y tiene un parque eólico antiguo, siendo el del puerto de Bilbao el último en instalarse hace ya más de 18 años.

Consumo eléctrico por CCAA en el año 2021. Fuente: INE.

La Estrategia Vasca de Energía (3E2030), publicada en el 2017, busca alinearse a los objetivos mundiales, europeos y estatales, así como revertir la situación respecto a la generación en renovables. En ella se fija aumentar la potencia instalada de energía eólica hasta los 783MW, quintuplicándola.

La misma Estrategia 3E2030 llama una revisión del PTS de energía eólica del 2002. En este PTS ya se recogían hasta 30 emplazamientos como óptimos para albergar parques eólicos. De los cuales, únicamente se materializaron los cuatro parques ya mencionados.

El nuevo PTS, denominado de energías renovables, fue aprobado inicialmente en mayo del 2023. Aún está en fase de tramitación para su aprobación definitiva. Este busca sustituir y ampliar el anterior documento, así como alcanzar los nuevos objetivos de producción de renovables que marca la propia Estrategia. En él se establecen hasta 57 zonas de localización seleccionada, donde se da por apropiada la instalación de parques eólicos.

Estas son zonas  del territorio donde a priori se ve viable la autorización, en contraposición con el mapa que dibuja las zonas donde este tipo de instalaciones estarían vetadas. No se especifica cuantos parques han de ir por zona ni siquiera si se construirán parques en todas ellas.

Las casi dos décadas sin activar ningún proyecto eólico en Euskadi, parece deberse a la falta de incentivos económicos, como se apunta en la 3E2030; donde también se reconoce compartir marco normativo con el estado, luego la diferencia respecto al estado puede deberse a otros elementos propios de la región.

No querer impactar en el territorio o querer plantear una transición energética sustentada en otros modelos de consumo y producción no parecen ser una de las razones. No obstante este nuevo contexto normativo que fomenta la producción eólica ha permitido que en los últimos tres años se haya dado una “BOOM” de solicitudes.

En marzo del 2021 empezaron los primeros registros donde se iniciaba la tramitación para implantar parques eólicos en el territorio. En el plazo de un año se presentaron 10 proyectos que sumarian 52 molinos y 268,8MW de potencia contratada. Superando los 153MW actuales. En el siguiente año se presentaron otras 3 iniciativas, sumando 109,6MW entre los 19 molinos.

Y tras la aprobación inicial en mayo del 2023 del PTS de energías renovables estalló un segundo Boom de solicitudes. Un total de nueve proyectos nuevos, hasta final del año 2023 que han seguido acumulando más propuestas durante del 2024.

Los últimos tres años han estado repletos de solicitudes. Bizkaia es el territorio donde más parques se han planteado,17 en total, seguido por Araba con 12 y Gipuzkoa con 5. En total una potencia instalada de más de 600 MW permitiendo. Si todas estas solicitudes tuvieran el visto bueno del Gobierno Vasco, se podría alcanzar el objetivo de 783MW de potencia instalada que contempla la estrategia 3E2030 para el año 2030.

Mapa aproximado de las localizaciones de los proyectos eólicos de Euskadi.
Elaboración propia. (Se trata de una aproximación orientativa en función en los datos obtenidos hasta diciembre del 2023)

Para que  los proyectos vean la luz, cada uno de ellos tiene que presentar un conjunto de documentación que justifique su vialidad económica y ambiental, y queda en manos del Gobierno Vasco autorizar o no las instalaciones. Algunos de ellos ya han sido rechazados como el parque de 15 molinos que se proyectaba entre Cantabria y la comarca de Encartaciones. Otros han sido aprobados como el de Labraza, proyectado para el 2024 y el de Azazeta para el 2025.

Aunque la resolución de cada solicitud es incierta, los objetivos de generación eólica están ahí, y esto implica que se terminen instalando una cantidad de parques similar a la demanda generada hasta la fecha. Si no es en esas localidades, será en otras.

Este repentino giro de guion en la política eólica ha supuesto que numerosas zonas del territorio, y en muy poco tiempo, se hayan visto amenazadas. La posibilidad de verse afectados por los impactos derivados de la instalación de parques eólicos ha generado numerosas reacciones reticentes a estos proyectos. Este aumento de la presión sobre el territorio, especialmente en aquellos lugares más vacíos de habitantes y menos demandantes de energía, ha encendido el debate en multitud de comarcas. La generación de energía eólica, por muy renovable que sea, se percibe como un nuevo elemento más de presión sobre los territorios rurales para cubrir demandas urbanas.

No son pocos los municipios, especialmente alaveses, e incluso la propia Diputación alavesa, los que se han situado manifiestamente en contra de instalar parques eólicos en sus montes. Junto con el rechazo institucional, también existe oposición vecinal. En los pueblos pequeños del territorio alavés, como se ha dado en otras regiones vecinas como Navarra o La Rioja, la ciudadanía se está organizando entorno a plataformas que piden una transición justa, donde se apueste por la transición energética sin prejuicio del equilibrio territorial. Grupos ecologistas y ciudadanía urbana también han puesto en entredicho el modelo y se han sumado a dichas plataformas. 

La sociedad vasca es consciente de la necesidad de transformar el modelo de generación y consumo energético. Durante décadas se ha trasmitido la necesidad de cambiar el modelo energético hacia uno más sostenible y que este debía pasar inevitablemente por un mayor uso de energías renovables.

Lo que quizás no se ha reflexionado tanto es sobre el modelo de transición energética que se quiere, y cómo este va a impactar en las vidas de los que menos tienen, pero también en los territorios más vulnerables.

Cuando se habla de una transición justa, rápidamente se asocia a que eliminar los coches de las carreteras no tiene que pasar por que la clase obrera tenga que comprarse un vehículo eléctrico que no pueda permitirse. También podemos entender que los conflictos geopolíticos, normalmente a favor de occidente, causados por la explotación de combustibles fósiles, no deberían replicarse a la hora de obtener los materiales necesarios para las instalaciones de energías renovables.

De igual, manera hacerse soberanos y responsables del estilo de vida altamente demandante de energía pasa por asumir los impactos de dicho modelo. Y es eso lo que la descentralización de las energías renovables está permitiendo. Por un lado, acerca la soberanía energética, pero por otro, también los impactos derivados de esa producción energética. Y es aquí donde hay que cuidar no repetir los esquemas globales en nuestra escala territorial, las sociedades urbanas reciban los beneficios de la energía limpia a costa de impactos en los territorios rurales y naturales y de sus gentes.

Hay que cambiar el mix eléctrico, pero para que esto se dé con garantías de justicia territorial, hay que cambiar también el modelo. La reducción del consumo y el aprovechamiento de los espacios urbanos para la generación han de ser la prioridad. Es tiempo de dejar de ver al territorio como un mero proveedor de recursos al que sobreexplotar. Y es también hora de contar con la participación real de las comunidades que habitan un territorio, sin verlos como meros figurantes de un escenario que no les pertenece. Solo así se podrá asegurar un modelo limpio y justo de generación energética.

La recién aprobada Ley de Transición Energética y Cambio Climático de Euskadi  hablaba de sí misma de la siguiente manera:  “representa un paso importante hacia un futuro sostenible y resiliente. Con objetivos claros, estructuras de gobernanza participativa y un enfoque en la equidad, busca abordar los desafíos del cambio climático de manera integral y efectiva. Su implementación exitosa dependerá de la colaboración continua entre diferentes actores y la voluntad política para seguir adelante con medidas concretas hacia la neutralidad climática”.

Que así sea.


Imagen principal: Anna Jiménez Calaf en Unsplash