A las faldas del monte Ulia en Donostia-San Sebastián, se haya en el corazón de la emblemática calle de Ategorrieta (que une a la ciudad con Pasaia y donde se encuentra el restaurante de Arzak) un espacio autogestionado por la comunidad en el que se realizan numerosas actividades de intercambio de conocimientos y estilos de vida saludables. La finca albergaba hasta el 2008 los viveros que abastecieron de floresa la colorida capital gipuzkoana, año en el que trasladaron su actividad y la finca quedó temerosa por ver venir un porvenir cementado.

La limitación urbanística de San Sebastián viene determinada por la brusquedad de su orografía y convierte en una necesidad su crecimiento urbanístico en el suelo consolidado. Es por ello que una finca en plena calle de Ategorrieta supone un atractivo suculento para mucha gente. Es ahí donde aparece la Sociedad de Vecinos de Ulia, personificando un sentir comunal por la protección de un espacio de gran valor para su barrio y para la ciudad frenando el anhelo constructivo de muchos agentes.

En una primera intervención, la Sociedad de Vecinos de Ulia consiguió paralizar las obras de derribo de los antiguos depósitos de agua de la ciudad que se encuentran debajo del suelo de esta parcela. A raíz de este despertar ciudadano se consiguió que los depósitos fueran determinados como patrimonio histórico, y hoy se encuentran protegidos bajo el paraguas del Plan Especial de Patrimonio Urbano Construido (PEPPUC).

Esta primera victoria en defensa de los depósitos de agua fortaleció a la comunidad en su determinación por sacar provecho social de la parcela de los viveros. Así, en 2013 se presentó el proyecto Uliako Lore Baratzak al concurso del ayuntamiento por el que se cedía la custodia del parque a la Sociedad de Vecinos de Ulia. El proyecto daría sus primeros pasos en el 2015 tras la resolución del concurso, para finalmente, dos años después, crear la Asociación Medioambiental Uliako Lore-Baratzak.

La Asociación Medioambiental es una entidad sin ánimo de lucro que en sus estatutos recoge los objetivos por los que nace y los que persigue. Estos objetivos son los siguientes:

  • Salvaguardar el Parque de Viveros de Ulia y abrirlo al uso y disfrute de todos los ciudadanos
  • Implantar dinámicas participativas de inclusión social y cultural, para el barrio y para la ciudad de Donostia.
  • Proporcionar un punto de encuentro a personas, asociaciones de barrio y otros organismos sensibilizados con la ecología y en concreto con la preservación del monte Ulia.
  • Trabajar la agroecología urbana, en su definición y concretización en el Parque de Viveros de Ulía, dinamizando el huerto comunitario, bancales colectivos y huertos escolares del parque.
  • Consolidar un sistema de compostaje vecinal en el recinto y sensibilizar a la comunidad sobre el reciclaje y la reutilización.
  • Asumir la Custodia Urbana como método de gestión de este espacio público, para revalorizar sus usos sociales y ambientales.

La asociación partía de una situación ventajosa ya que los terrenos disponían de las infraestructuras idóneas para emprender las actividades que se plantearon desde el principio. Los viveros, cajoneras, espacios verdes, sistema de riego, electricidad, presentes en la parcela solo necesitaron del empuje de un grupo de personas comprometidas con el liderazgo suficiente de transmitir el potencial social de un entorno autogestionado que enseguida supo articular un engranaje atractivo para la comunidad. Se formaba así un espacio abierto y colaborativo que incluía a multitud de agentes públicos y privados para explotar los beneficios socio-culturales y ecológicos de un espacio dinámico.

Otra de las iniciativas de mayor éxito son los “Txiki-Foxes” que consiste en destinar todos los jueves a hacer protagonistas a los niños. Se ha formado un club “Txiki Foxes” que conforman un grupo de scouts con el objetivo de fomentar el arraigo a la naturaleza a los más pequeños. También se elabora una revista destinada a los socios con información de los eventos realizados, los esfuerzos administrativos, la agenda de los próximos días, y llamamientos a la participación y concienciación.

En estos momentos, se ha cerrado una campaña destinada a recibir firmas de apoyo para evitar la destrucción de este parque para construir 70 viviendas. La campaña, realizada en change.org, consiguió reunir 4.443 firmas con las que paralizó, de momento, la edificación de viviendas dotacionales en esta área.

La importancia de la salvaguarda del viejo vivero es multidimensional. Por un lado, porque pertenece a un enclave natural como es el monte Ulia, donde se encuentran especies protegidas por la Directiva Hábitats como el tritón palmeado y del sapo partero común. La historia de cultivo de la zona también se ha preservado en sus semillas y en la biodiversidad de especies vegetales que se pueden consultar en una web destinada al inventario silvestre de la zona.

La innovación social tiene también una relevancia intangible pero altamente beneficiosa para la comunidad. Las personas, agrupaciones y agentes que se acercan y forman parte de esta comunidad abierta, solidaria, inclusiva y participativa encuentran un grupo de personas que tienen unos objetivos comunes compartidos, donde se fomenta la eco-responsabilidad la concienciación, educación y sensibilización, en una sociedad que aboga por el bien común. Las prácticas eco-responsables son didácticas y dirigidas a diferentes colectivos, y pese a que las huertas las gestionen únicamente 8 familias, están abiertas al trabajo comunitario voluntario de otras personas, haciendo partícipes a mayor parte de la población. Tal ha sido la repercusión que el Gobierno Vasco otorgó a la Asociación de Vecinos de Ulia un merecido reconocimiento por su implicación y compromiso con la sociedad a través de los premios Elkarlan.

Uliako Lore Baratzak es un ejemplo de buen hacer, de una batalla que va ganando adeptos y balanceando su futuro en favor del parque eco-social, necesario en unos entornos cada vez más urbanizados y socialmente alienados donde el bien hacer comunitario ejerce de un bien social necesario. Por desgracia, este ejemplo no ha penetrado en las estrategias de la ciudad y, pese a que haya, algunos huertos comunitarios, estos se emplazan en la periferia de la ciudad y carecen de un impacto en el tejido social pues solo favorecen a las familias que gestionan la huerta.

Uliako Lore Baratzak es algo más, y debiera instaurarse como un modelo para los barrios de la ciudad que, disponen de espacios verdes capaces de albergar esta clase de iniciativas de agricultura urbana e inclusión social. Visto el buen hacer, los éxitos y repercusión que está ganando esta iniciativa nos parece un ejemplo de éxito de modelos de acción social, eco-responsabilidad e inclusión en todos los barrios de la ciudad.