En los últimos tiempos hemos asistido a debates sobre si debemos retirar los alimentos ultraprocesados que contienen aceite de palma de las estanterías de nuestros supermercados, debido a sus efectos perniciosos sobre la salud por su grasa saturada. Sin embargo en Noruega ya han reducido en dos tercios su consumo de este polémico ingrediente, pero como resultado del compromiso del país contra la deforestación de selvas tropicales causada por plantaciones de palmeras en Indonesia y Malasia.
El parlamento del país escandinavo – que no olvidamos, es un importante exportador de gas y petróleo – prohibió en junio de 2017 la compra de biodiésel derivado de palma por parte de la administración pública, ampliando una prohibición previa en junio del año pasado de productos que contribuyen a la deforestación de la cadena de suministros públicos. En el ámbito del consumo privado, la acción de asociaciones como Rainforest Foundation Norway ha hecho que varias empresas de la industria alimentaria hayan sustituido el aceite de palma por el de girasol.
La demanda creciente de derivados de palma por parte de Europa provoca que las plantaciones de palmeras se extiendan cada vez más en Indonesia y Malasia, sustituyendo selvas tropicales ricas como sumideros de carbono y también en biodiversidad, afectando también negativamente a la vida de las poblaciones indígenas locales.