La caída del peso de la industria que caracterizó la última década del siglo XX, se consolida en los primeros años del siglo XXI (se pasa del 20,5% del PIB en el año 2000 al 18,5% en 2013 en EU 15). Muchos factores se esconden detrás de esta tendencia, pero uno muy singular y relevante es la creciente pérdida de competitividad de la manufactura europea respecto a los países emergentes que ha hecho que se desplace progresivamente buena parte de la fabricación (especialmente los productos que se transportan rápido y con bajo coste) a estos entornos, que cuentan con costes de mano de obra y de operación sustancialmente más bajos (el déficit comercial de productos manufactureros de EU 28 con China casi se triplica desde 2002 a 2012). ¿Es esto es el fin de la industria europea?

La cuestión estructural no está tanto añorar la industria que se ha ido y que difícilmente volverá, sino pensar en la que tenemos y que ya compite con garantías en el mercado global, para impulsarla y desarrollarla y consolidar un liderazgo sostenible y duradero

No se trata de una pugna entre industria y servicios, como muchas veces se ha presentado la política industrial en el pasado, sino de fortalecer el sistema industrial entendido como “ecosistemas de productos industriales”que integran a todos los agentes que aportan valor a lo largo del ciclo vida. Esto incluye los procesos de fabricación y transformación, que son los que recogen las estadísticas como industria, pero también toda una batería de procesos terciarios (diseño, ingeniería, I+D, innovación, marketing, comercialización, logística, mantenimiento…), con un peso creciente en el valor del producto final, y de cuya adecuada articulación y dinamismo depende la competitividad global del conjunto. Porque todo ello configura la industria europea.

En esta línea, Europa tiene muchas y buenas alternativas para fortalecer su tradición industrial, aprovechando el potencial de su estructura empresarial que une a la presencia de grandes campeones globales en múltiples sectores, una amplísima red de PYMES industriales y de servicios que colaboran activamente en la creación de valor. Asimismo, fortalecer “los ecosistemas industriales” es también un modo de acelerar la introducción de innovaciones y de incorporar nuevos modelos de negocio que se adaptan rápidamente a las exigencias del mercado global, dejando de lado la competencia basada exclusivamente en precios.

La fabricación y los servicios avanzados son motores que tienen que avanzar sincronizados para alimentar un sistema industrial moderno y competitivo que aprovecha al máximo las nuevas tecnologías y el capital humano. En definitiva, las aspiraciones industriales de Europa, tienen que mirar mucho más allá de la propia manufactura que recoge la estadística para consolidar su liderazgo.

Un gran acierto, en este sentido, la defensa del presidente de Comisión Europea, Jean-Claude Juncker por “mantener y reforzar una base industrial sólida y de alto rendimiento para el mercado interior”. Sin duda, manda un mensaje acertado que, acompañado de políticas adecuadas, puede cambiar el panorama económico de la vieja Europa.

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Tabla industria UE
Evolución del peso industrial de los países europeos entre 2000 y 2013
Fuente: Eurostat y Eustat para los datos del País Vasco.