El agua es un bien esencial para la vida, pero debe proveerse en dosis adecuadas. Su escasez y/o su exceso pueden tener graves consecuencias socio-económicas y ambientales. El exceso de agua puede derivar, por ejemplo, en el desbordamiento de ríos e inundaciones con efectos muy dañinos. Las inundaciones ocurridas en Europa desde 1998 han causado unas 700 muertes, el desplazamiento de cerca de medio millón de personas y al menos 25.000 millones de euros en pérdidas de bienes asegurados. Las nueve mayores inundaciones ocurridas entre 2000 y 2005 han causado 155 muertos y pérdidas económicas superiores a los 35.000 millones de euros.
En nuestro país, cuando se habla de inundaciones, a casi todos nos vienen a la cabeza las ocurridas los últimos años en lugares de Andalucía, Aragón, Cataluña, Galicia, Navarra ó País Vasco. Los daños de esas inundaciones – en términos de deterioro de infraestructuras, pérdida de propiedades, degradación de ecosistemas, destrucción de cosechas agrícolas, problemas de salud pública o pérdida de vidas humanas (las 9 inundaciones graves ocurridas en Europa entre 2000 y 2005 causaron 155 muertes) – fueron enormes. También lo fue su coste económico.
El coste económico total de las inundaciones se puede calcular utilizando diferentes técnicas de valoración, todas ellas bastante consistentes, que permiten asignar valores monetarios a los distintos bienes y servicios afectados. Los daños sobre bienes y servicios que se compran y venden en el mercado (por ejemplo, cosechas agrícolas o infraestructuras) se pueden calcular empleando técnicas convencionales de valoración económica. Para calcular los daños sobre bienes y servicios que no se compran y venden en el mercado (por ejemplo, ecosistemas y sus servicios, paisajes o vidas humanas), es necesario emplear enfoques no convencionales: (1) métodos de “preferencias establecidas”, que identifican las preferencias por medio de encuestas directas (por ejemplo, métodos de valoración contingente); (2) técnicas de “preferencias reveladas”, que utilizan los mercados hedónicos para estimar valores (por ejemplo, enfoques del valor de la propiedad y enfoques del valor del suelo); (3) enfoques de “mercados sustitutivos” como el método de coste de viaje (otro enfoque de preferencia revelada) o; (4) modelos de transferencia de beneficios (extrapolación de los resultados de otros estudios similares).
Con la aplicación de estas técnicas, la disciplina económica ha pasado de un mundo donde el coste económico total de los daños asociados a desastres naturales las como inundaciones eran “desconocidos” o “incalculables” (un número entre cero e infinito), a otro donde se han hecho y publicado todo tipo de estimaciones que nos han hecho tomar conciencia del verdadero coste asociado a esos fenómenos naturales.
Con esa información y siendo conscientes de que el cambio climático hará que aumente el riesgo de inundaciones, los responsables de la toma de decisiones deberían acelerar la introducción de medidas de retención de agua para controlar el nivel y el flujo del agua y reducir así el riesgo de inundación. Una buena alternativa son las medidas de retención de agua naturales (rehabilitación de cursos de agua, recuperación de humedades, gestión del suelo para aumentar su capacidad de absorber agua, implantación de sistemas de drenaje urbano sostenible, etcétera), menos explotadas que las medidas no naturales (diques, etcétera) pero seguramente más interesantes por su menor coste y agresividad con el medio natural.