El European Innovation Scoreboard (EIS) 2025 confirma una tendencia alentadora: la Unión Europea sigue avanzando, aunque con desigualdades persistentes entre países. En conjunto, el rendimiento en innovación ha mejorado un 12,6 % desde 2018, aunque el último año muestra una ligera caída del 0,4 %, con trece Estados mejorando y catorce retrocediendo. Esta ralentización obliga a reflexionar sobre el modelo europeo de innovación, especialmente cuando se compara con otras potencias tecnológicas como Estados Unidos o China.

La clasificación europea: un tablero a varias velocidades

El EIS agrupa a los países en cuatro categorías según su rendimiento relativo a la media europea: Líderes en innovación, Innovadores fuertes, Moderados y Emergentes. En esta edición, Suecia recupera el liderazgo perdido en años anteriores frente a Dinamarca, mientras que países como Croacia destacan por su crecimiento sostenido (+19,4 p.p. desde 2018), ascendiendo de “Emergente” a “Moderado”.

No obstante, también se observa que algunos países que mejoran en valor absoluto descienden en la clasificación por no crecer al mismo ritmo que sus homólogos. Es el caso de Chipre, que pese a avanzar, baja de categoría. Esto refleja una Europa que converge en parte, pero en la que persisten brechas estructurales, especialmente en el este y sur del continente.

España: cerca del salto cualitativo

España se sitúa en la categoría de “Innovador moderado”, con un rendimiento del 89,9 % respecto a la media de la UE, ocupando la posición 14 de 27. Desde 2021 su trayectoria es ascendente, habiendo adelantado recientemente a países como Italia o Chequia.

Los puntos fuertes del sistema innovador español se concentran en el ámbito formativo y digital:

  • Ventas de productos innovadores (+71 % respecto a la media europea),
  • Habilidades digitales superiores (+49 %),
  • y población con educación terciaria (+48 %).

En cambio, persisten debilidades estructurales en:

  • Exportaciones de servicios intensivos en conocimiento (−66 %),
  • Empleo en empresas innovadoras (−55 %),
  • y capacidad de innovación de las pymes, especialmente en procesos (−50 %).

Estos desequilibrios limitan el potencial del país para convertirse en un “Innovador fuerte”, categoría reservada a quienes superan el 100 % de la media europea. La mejora de indicadores vinculados a la I+D empresarial y al impacto internacional de la innovación sigue siendo una tarea pendiente.

Una Europa innovadora pero sin escala

El EIS también alimenta una reflexión más amplia sobre el papel de Europa en el contexto global. Aunque la UE mantiene un esfuerzo público en I+D similar al de Estados Unidos (en torno al 0,7 % del PIB), su inversión privada en I+D sigue siendo casi la mitad. Esta brecha no se explica solo por voluntad política, sino por la estructura económica: Europa cuenta con menos empresas tractoras en sectores de alta intensidad tecnológica.

Además, muchas innovaciones nacidas en Europa (como Linux, Spotify o la tecnología X-Road) no logran escalar o consolidarse a nivel global. La fragmentación regulatoria y de mercado sigue siendo un lastre. Por ello, numerosos expertos llaman a impulsar una “UE Inc.”, capaz de apoyar a las start-ups en fases de crecimiento avanzado, fomentar plataformas digitales paneuropeas y alinear la inversión con sectores estratégicos.

El EIS 2025 revela que Europa avanza, pero no a la velocidad ni con la cohesión necesarias para competir con los grandes polos de innovación global. España, por su parte, está mejor posicionada que hace cinco años, pero debe consolidar su ascenso con una apuesta más decidida por la innovación empresarial, la internacionalización tecnológica y el escalado de sus ecosistemas emprendedores.