Creo que es un gran acierto, la apuesta del presidente de Comisión Europea, Jean-Claude Juncker por “mantener y reforzar una base industrial sólida y de alto rendimiento para el mercado interior”. Sin duda, manda un mensaje muy potente que acompañado de políticas adecuadas puede cambiar el panorama económico de la vieja Europa.

La caída del peso de la industria que caracterizó la última década del siglo XX, se consolida en los primeros años del siglo XXI (se pasa del 20,5% del PIB en el año 2000 al 18,5% en 2013 en EU 15). Muchos factores se esconden detrás de esta tendencia, pero uno muy singular y relevante es la creciente pérdida decompetitividad de la manufactura europea respecto a los países emergentes que ha hecho que se desplace progresivamente buena parte de la fabricación (especialmente los productos que se transportan rápido y con bajo coste) a estos entornos, que cuentan con costes de mano de obra y de operación sustancialmente más bajos (el déficit comercial de productos manufactureros de EU 28 con China casi se triplica desde 2002 a 2012).

Evolución del peso industrial de los países europeos entre 2000 y 2013

industria

Fuente. Eurostat y Eustat para los datos del País Vasco.

¿Puede Europa romper esta tendencia? ¿Puede recuperar la industria perdida? Muchos foros y grupos de presión apuestan a que sí y recomiendan medidas activas de reindustrializaciónencaminadas a disminuir los crecientes costes de transacción que soportan las empresas europeas frente a los de otros entornos con las que compiten (menos burocracia, mayor seguridad jurídica y energía más competitiva). En mi opinión, sin embargo, estas son recetas con una visión excesivamente cortoplacista que no harán prosperar la industria como necesitamos. Porque la cuestión estructural no está tanto en pugnar por la industria que se ha ido y que difícilmente volverá, sino en la que tenemosy que ya compite con garantías en el mercado global, para impulsarla y desarrollarla y consolidar un liderazgo sostenible y duradero

Para ello, no se trata de una pugna equivocada entre industria y servicios como muchas veces se ha presentado la política industrial en el pasado, sino de fortalecer el sistema industrial entendido como “ecosistemas de productos industriales”que integran a todos los agentes que aportan valor a lo largo del ciclo vida. Esto incluye los procesos de fabricación y transformación, que son los que recogen las estadísticas como industria, pero también toda una batería de procesos terciarios (diseño, ingeniería, I+D, innovación, marketing, comercialización, logística, mantenimiento…), con un peso creciente en el valor del producto final, y de cuya adecuada articulación y dinamismo depende la competitividad global del conjunto.

En esta línea, Europa tiene muchas y buenas alternativas para fortalecer su tradición industrial, aprovechando el potencial de su estructura empresarial que une a la presencia de grandes campeones globales en múltiples sectores, una amplísima red de PYMES industriales y de servicios que colaboran activamente en la creación de valor. Asimismo, fortalecer “los ecosistemas industriales” es también un modo de acelerar la introducción de innovaciones tanto de proceso, como de producto y de incorporar nuevos modelos de negocio que se adaptan rápidamente a las exigencias del mercado global, dejando de lado la competencia basada exclusivamente en precios.

En definitiva, las aspiraciones industriales de Europa, tienen que mirar mucho más allá de la propia manufactura para consolidar su liderazgo.La manufactura y los servicios avanzados son motores que tienen que avanzar sincronizados para alimentar un sistema industrial moderno y competitivo que aprovecha al máximo las nuevas tecnologías y el capital humano.

De este modo, compartiendo el objetivo propuesto desde la Comisión Europea de apuesta por la industria, no me parece adecuado medirlo, como se propone, en base al indicador de peso de la industria en el PIB (20% en 2020), porque éste no recoge la esencia de la fortaleza de la industria europea reflejada en la idea de los ecosistemas de productos industriales. Para medirla bien habría que ,o bien sumarle una buena parte de las actividades que se denominan sectores intensivos en conocimiento (KIS), llegando a desagregaciones de dos dígitos de la clasificación de actividades económicas (NACE Rev 2 que ya realiza Eurostat). O bien ir hacia indicadores más selectivos que nos midan el tipo de industria que tenemos en base a su intensidad tecnológica u otros parámetros relacionados con la innovación.