Se estima que en Europa cerca del 80% de la superficie viaria urbana está ocupada por el transporte privado y sólo el 20% por las personas y el transporte colectivo. El urbanismo clásico ha seguido un modelo urbano orientado hacia la movilidad basada en ciudades separadas en función de los usos del espacio: barrios dormitorio, zonas industriales, áreas comerciales, zonas deportivas, entre otras.

El transporte es el sector de actividad que más energía consume, el que más CO2 emite, genera ruido y afecta directamente a la salud de la población. Este parón de la actividad diaria nos ha colocado frente a una realidad urbana inimaginable que de golpe ha hecho desaparecer los coches de nuestras calles.

Según el reconocido arquitecto urbanista Jan Gehl, “la ciudadanía acaba adoptando el comportamiento que la ciudad le ofrece adoptar”. Estos días vemos cómo la ciudadanía ha cambiado su comportamiento y es ahora cuando la ciudad debe replantearse el modelo urbano para transformar la ciudad en un entorno de usos diversos donde toda la gente tenga siempre cerca las cosas que se puedan necesitar y venzamos así la predominancia que tiene el coche sobre la ciudad.