La Gran Muralla Verde de África, o Iniciativa para la Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel, es un proyecto que se inició en 2007. El plan consiste en el cultivo de 8.000 km de árboles en África, con la finalidad vital de ser fuente de alimentación y proporcionar un futuro mejor para los millones de africanos que sufren las consecuencias del cambio climático.

La semilla de esta idea surgió en 1952, en donde se propuso crear una “barrera” verde para impedir el avance del desierto. Esta estructura viva se inicia en la región de Sahel, en la frontera sur del desierto del Sahara, uno de los lugares más pobres y áridos del planeta. El Sahel está entre las zonas que mas sufren con el impacto devastador de los efectos del calentamiento global, afectando a millones de habitantes con el hambre, la sequía, la disputa por los recursos naturales y la migración masiva a Europa para huir de la miseria.

En la actualidad, la Gran Muralla Verde se ha expandido e involucra a más de 20 países. Gracias a esta, se está contribuyendo a restaurar la productividad de los bosques y se está promoviendo el desarrollo de comunidades autosostenibles gracias a actividades agroforestales y económicas.

La ONU destaca la importancia de la repercusión positiva de la Muralla Verde a nivel global, ya que se pretende evitar que, durante la próxima década, 50 millones de personas estén obligadas a desplazarse a causa de la desertificación, el agotamiento de recursos naturales y el cambio climático.

Por otro lado, no faltan críticas a este proyecto. Una de las más destacadas se centra en que los desiertos son ecosistemas sanos y naturales, y que estos no deberían ser tratados como si fuesen una “enfermedad”. Así mismo, la idea de una barrera vegetal podría ser contraproducente para los objetivos de desarrollo, puesto que hace hincapié en el perímetro de la zona en vez de el lugar del problema en sí; para aumentar la seguridad alimentaria y apoyar a las comunidades locales, una solución alternativa podría centrarse en amplias superficies de cultivos en lugar de partes estrechas. Por último, las críticas también se refieren a la dificultad de terminar la Gran Muralla Verde dentro de los plazos acordados (la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establece el año 2030 como fecha de finalización del proyecto).

Es cierto que el desarrollo sostenible no puede centrarse ni depender en una única idea o solución. Junto con la reforestación, hace falta invertir y hacer hincapié en otros métodos de conservación y mitigación-adaptación al cambio climático, tales como la restauración de ecosistemas. A pesar de ello, la Gran Muralla Verde puede ser relevante no solo por los efectos positivos que pueda tener respecto al clima, los ecosistemas terrestres y las poblaciones locales, sino también por constituir un símbolo de la lucha contra el cambio climático, el cual pueda atraer otros proyectos futuros similares que ayuden a mitigar los efectos negativos del crecimiento económico insostenible.

Julen González Redín
PhD en Desarrollo Sostenible
NAIDER