La economía moderna depende en gran medida del transporte marítimo. Alimentación, ropa, gasolina, coches, electrónica, materia prima… hasta el 90% de lo que compramos pasa en algún momento por buques de contenedores. Gran parte de estos buques están alimentados por fueloil residual especialmente perjudicial para el clima, es decir, gran parte de nuestro consumo pasa por algunos de los vehículos más contaminantes, tal como explica Grist. El desarrollo de buques que empleen combustibles no fósiles o alternativos se convierte en necesidad.

 

Según datos del Parlamento Europeo, el transporte marítimo supone hoy día el 3% de las emisiones de gases invernadero, pero para el 2050, debido al aumento de la población y la expansión económica, supondrá el 17%.

 

Agentes que abogan por el transporte marítimo limpio han llevado el tema a la COP23, la cumbre del cambio climático que se abrió este 6 de noviembre en Bonn, Alemania. El Acuerdo del Cambio Climático no incluye referencias a la contaminación procedente del transporte marítimo internacional en sus objetivos para limitar el calentamiento global, con el argumento de que dicha actividad no entra fácilmente en esquemas de reducción de contaminación nacionales o regionales.

 

Hasta el momento, algunas compañías navales han iniciado proyectos para lograr buques más verdes o de “cero emisiones”, pero en el sector en el conjunto del sector existe bastante reticencia. Un consorcio de investigación de compañías navieras e instituciones académicas, apunta a que para 2030, debe haber entrada de cargueros cero emisiones en la economía prevaleciente, y para 2050 casi todos los cargueros deben ser de cero emisiones, para cumplir con el Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de 2ºC.