La fabricación digital “consiste en el uso de un sistema integrado y asistido por ordenador compuesto por herramientas de simulación, visualización en 3D, análisis y colaboración” que junto con las impresoras 3D destapa un universo de posibilidades que no tardaremos en tener a nuestro alcance. Como ya anunciábamos en un post anterior, “somos conscientes de que la impresión 3D va a transformar el modelo de producción mundial, y la promesa de que llegue a cada hogar está cada vez más cerca de cumplirse, haciendo que los consumidores seamos también productores de objetos customizados”.
Estamos viendo cómo empiezan a proliferar los Laboratorios de Fabricación, también llamados Fab-Labs, donde cualquier persona puede disponer de las tecnologías digitales para diseñar, confeccionar o reparar los productos que desee. Un ejemplo de ello es el FabLab de La Universidad de Deusto o el FabLab de San Cugat, un centro abierto al público que agrupa a la “cultura maker” bajo la idea que todo el mundo es capaz de desarrollar cualquier tarea en vez de contratar a un especialista para realizarla (“hazlo tu mismo” o Do It Yourself (DIY)), ofreciendo la posibilidad de utilizar softwares de diseño, máquinas de impresión 3D, corte láser, cnc o un laboratorio de electrónica con el asesoramiento de un equipo técnico especializado.
Una de las limitaciones principales es la brecha tecnológica y es que la ciudadanía en general percibe esta tecnología como una herramienta de producción industrial o altamente especializada como para darle un uso cotidiano. Sin embargo, una de las empresas del área funcional de Donostia (Tumaker), se ha hecho eco de esta situación y ha lanzado un nuevo proyecto (Voladd) que se basa en disponer de un catálogo de productos prediseñados en internet, para que cualquier usuario pueda acceder a ellos, descargárselos y producir en su casa como si de Netflix se tratase. También hay a disposición otras herramientas que te permiten volver a utilizar los materiales que emplea una impresora 3D como es el caso de Filabot. Esto permitiría hacer un uso “ilimitado” de los materiales plásticos, práctica que daría muy buena utilidad a las escuelas, por ejemplo.
La fabricación digital está llamada a convertirse en uno de los elementos catalizador de la transición hacia una economía circular donde se utilicen los elementos de desecho en nuevos productos con valor económico, esto es, recirculándolos a los ciclos de vida por medio de la remanufactura, la reparación y la rehabilitación e insertándolos de nuevo a la economía.