TERCERA JORNADA DE LA COP21.

Con la COP21 del UNFCCC acaparando los titulares medioambientales del planeta, y teniendo en cuenta el fracaso que ha supuesto el Protocolo de Kyoto como herramienta para la lucha contra el cambio climático, es fácil desanimarse. Sin embargo, en la causa medioambiental también existen los éxitos y las victorias, aunque desafortunadamente pasen desapercibidos frente al gran número de derrotas.

Por ello, queremos remarcar uno de los grandes triunfos de la protección medioambiental: el Protocolo de Montreal. Este acuerdo internacional fue el predecesor directo del Protocolo de Kyoto, y ha pasado a la historia como uno de los acuerdos internacionales más efectivos, y el que ha sido ratificado por un mayor número de países. El objetivo de esta convención fue la prevención de la destrucción de la capa de ozono. Hoy en día, casi suena anacrónico, como algo que te hace pensar en otra década, al igual que los Walkman, el VHS o los discos de tres y medio.

¿Qué ocurrió al final con la capa de ozono? ¿Tanto ruido, y al final nada? Pues no, precisamente todo el ruido tuvo las consecuencias deseadas. Esta preocupante crisis medioambiental llevó a los gobiernos mundiales a tomar medidas decisivas y rápidas para la solución del problema y a adoptar el Protocolo de Montreal, que ha logrado contener la degradación de la capa de ozono. La siguiente imagen muestra hasta qué punto el tratado fue efectivo (cortesía de www.energyvanguard.com):

hvac-ozone-depletion-emissions-montreal-protocol-air-conditioner

 

 

 

 

 

 

 

La casi completa eliminación de las sustancias destructoras de ozono ha llevado incluso a la progresiva recuperación de esta parte de la atmósfera, que se espera estará ya mayormente restablecida para 2050. Esta incipiente recuperación se puede apreciar en el siguiente gráfico (producido por CSIRO), en la que se puede comparar la evolución del ozono (línea azul) y su proyección (línea naranja), así como la concentración de cloro atmosférico (línea morada):

montreal-ozone

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin embargo, el Protocolo de Montreal tuvo un efecto secundario poco conocido: contribuir a la lucha contra el cambio climático. Aunque sus emisiones siempre fueron mucho menores que aquellas de CO2 y otros gases invernadero, las sustancias destructoras de ozono se encuentran entre las moléculas con mayor efecto invernadero y esto, junto con sus largos períodos de vida, hace de ellas poderosas contribuyentes al calentamiento global. Por lo tanto, su eliminación contribuyó en gran medida a mitigar el calentamiento.

Tanto es así, que se calcula que el Protocolo de Montreal ha sido la intervención más efectiva hasta el momento en la lucha contra el cambio climático.

 

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