Durante los últimos años Castilla y León ha prosperado de manera elocuente. La región ha logrado crecimientos económicos por encima de la media nacional y ha dejado atrás, por fin, el tan anhelado objetivo de la convergencia europea en términos de renta per cápita [1]. Sin embargo, la región aún gravita excesivamente sobre la metrópolis madrileña en relación a oferta de empleo cualificado. Titulados y doctores siguen abandonando la región buscando puestos de mayor calidad en Madrid y dando lugar a un fenómeno migratorio que arroja serias amenazas sobre el desarrollo de la comunidad. Con una de las poblaciones más envejecidas de Europa, el futuro de Castilla y León se verá lastrado por una insuficiente masa laboral cualificada. En este agridulce escenario la disponibilidad de nuevas infraestructuras, como el tren de alta velocidad AVE, genera un nuevo contexto de oportunidades pero también de peligros. Tal y como los oleoductos transportan en Nigeria lejos del país el oro negro, el AVE podría ejercer un similar efecto con los trabajadores cualificados. ¿Sabrá Castilla y León aprovechar esta oportunidad? ¿Marcará el nuevo tren un punto de inflexión en la tendencia migratoria? El color del futuro para Castilla y León y para otras regiones en parecida situación como Castilla La Mancha, Extremadura o incluso Aragón, lo determinará, en gran medida, la acción política.
Oportunidades de la nueva economía
Madrid es una ciudad vibrante, dinámica, abierta y con enormes posibilidades laborales. En muchos aspectos las regiones que la rodean no pueden competir con ella. Al mismo tiempo, la alta presión demográfica y la dimensión de la capital le restan humanidad, medida en una menor calidad de vida para sus ciudadanos. Madrid posee significativos problemas de movilidad, contaminación y ruido. Además, la exigua disponibilidad de suelo dispara el precio de la vivienda mientras que las zonas verdes se ven acorraladas ante la presión inmobiliaria. Estos aspectos explican algunas de las dificultades que encuentran las empresas para atraer capital humano exigente desde las regiones limítrofes y también desvelan otra debilidad de la Comunidad de Madrid: la limitada disponibilidad de espacios industriales y empresariales a precios competitivos.
Simultáneamente, las regiones limítrofes con Madrid padecen un estancamiento demográfico y un envejecimiento endémico [2]. Al finalizar los estudios, sus jóvenes licenciados se enfrentan a la decisión de abandonar su ciudad o aceptar trabajos que no les satisfacen y que en la mayoría de los casos les ofrecen pocas oportunidades para el desarrollo profesional a la vez que mediocres salarios. Estas regiones poseen en muchos casos potentes Universidades a la vez que atractivas localizaciones para complejos industriales y/o empresariales.
Esta situación dibuja una doble problemática. Por una parte, las empresas españolas no están explotando las posibilidades que la nueva economía [3] ofrece. La alta densidad empresarial en la capital del Estado les obliga a incurrir en mayores e innecesarios costes de infraestructuras así como laborales y una probable disminución de la productividad por empleado [4]. Por otra parte, gran parte de la población española no goza de una calidad de vida que podría fácilmente estar a su alcance. Atrapada en un modelo geo-económico obsoleto, que no responde a las necesidades que la economía del conocimiento impone, gran parte de la masa laboral cualificada se ve hoy abocada a cubrir largas distancias semanalmente para acudir a su puesto de trabajo. Esta dinámica laboral genera además unos significativos costes externos en términos de sostenibilidad.
Acción política: La clave para el cambio
Para accionar el necesario cambio de modelo la acción política puede ser determinante pues puede servir en bandeja a las empresas el acicate necesario para derribar viejos tabúes que coartan sus metodologías de trabajo. En este sentido la responsabilidad del Estado es evidente. Primero, porque estos tabúes ejercen como barrera para que nuestra economía alcance una mayor cota de competitividad internacional. Segundo, porque en el actual contexto económico la sostenibilidad de nuestra economía es también un factor de competitividad y porque el estímulo de prácticas laborales más sedentarias puede ser determinante al respecto. Finalmente, porque el Estado debe tener como principal misión garantizar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Es necesaria pues una política estatal que intente atacar el problema mediante la identificación de las capacidades diferenciales de cada Comunidad Autónoma y mediante el accionamiento de iniciativas que aprovechen sinergias entre ellas. Las infraestructuras deben ser elemento de engranaje de políticas de mayor alcance que además se creen en cooperación con los esfuerzos de las CCAA que comunican.
Además, las regiones que limitan con Madrid deben construir iniciativas que sepan obtener el máximo provecho del crecimiento y potencia económica de la metrópolis madrileña. Estas regiones deben utilizar con inteligencia sus potencialidades, sus ventajas competitivas, para poder ser partícipes de su crecimiento. Cabe destacar el hecho de que mientras el Tren de Alta Velocidad AVE sitúa Madrid a veinte minutos de Segovia, y a cincuenta de Valladolid, las políticas de innovación y desarrollo empresarial de Castilla y León aún no han sabido lanzar iniciativas que aprovechen este nuevo mapa. Este aspecto crea una disfunción evidente entre ciertas iniciativas de desarrollo y la realidad socio-económica de la región castellanoleonesa. Un evidente ejemplo en este sentido se puede encontrar en iniciativas como la Ciudad de las Artes y la Tecnología de Segovia (CAT), un proyecto diseñado sorprendentemente de espaldas a Madrid [4].
Las ventajas competitivas de una región como Castilla y León radican fundamentalmente en el acceso a una masa laboral altamente cualificada, unos costes laborales más competitivos y la existencia de multitud de espacios de gran atractivo para la empresa en términos de costes, localización y comunicaciones. Estos argumentos pueden ser más que suficientes para que las políticas de innovación regionales logren atraer iniciativas empresariales de Madrid.
Un futuro que podemos dibujar
Hoy, nos guste o no, los castellanos vivimos en una nueva región que bien pudiéramos llamar meta-Madrid. Este meta-Madrid puede convertirse en un inmenso astro cuya gravedad desertiza poblacionalmente toda Castilla, o una fuente de riqueza para el todo territorio. La disponibilidad de nuevas infraestructuras de comunicaciones como el AVE dibuja un nuevo mapa de distancias y el resultado de este nuevo mapa depende en gran medida de la acción política. El papel del Estado es vital en la identificación y catalización de las oportunidades compartidas entre regiones y en la generación de sinergias entre ellas. Pero también, las CCAA implicadas deben accionar instrumentos singulares que pongan en valor sus ventajas y que exploten las oportunidades del nuevo mapa. Las regiones limítrofes con la capital deben actuar con personalidad propia y confianza en sí mismas. No pueden caer en la tentación de copiar ajenos modelos. En definitiva, deben saber identificar sus principales ventajas competitivas respecto a la metrópolis madrileña y ponerlas en valor con determinación.
En Nigeria, los oleoductos arrancan del país su mayor riqueza transportando fuera del éste miles de barriles de petróleo bajo unos pueblos empobrecidos y sin oportunidades de futuro. El tren de alta velocidad AVE podría protagonizar un papel similar en Castilla llevándose lejos su mayor activo: las personas más cualificadas de la región. Pero también podría convertirse en vehículo para la generación de redes de conocimiento, acicate para el impulso económico de la región y el primer paso hacia una economía más sostenible y no necesariamente geográficamente monopolizada. Las distancias han cambiado y la importancia de los productos y servicios intangibles incrementan su peso en la economía. Hoy, el principal valor radica en el talento de las personas. Las regiones que sepan retener y atraer este talento, presente sin duda en los más exigentes profesionales, definirán su futuro.
NOTAS
[1] Según la Oficina Estadística de Castilla y León, entre el 2000 y 2005 la región “se ha aproximado a la Unión Europea de los 27 en 8,7 puntos, pasando del 88,3% al 97% (de la renta media europea)”, y fue la tercera Comunidad autónoma española que más convergió, 3,3 puntos por encima del conjunto de España (5,4 puntos).
[2] Sánchez Martínez J. M. (2006) señala que la estructura de la población en Castilla y León en los últimos años ha experimentado un deterioro considerable. En 1960 el porcentaje de la población de 65 o más años sobre el total era de 8,4 por ciento en la región y de 8,2 por ciento en la nación y el 1º de enero de 2005 estos porcentajes eran de 22,6 y 16,7 respectivamente, incremento, sin duda, muy acentuado por el fuerte descenso de la natalidad pero también por la cuantiosa sangría emigratoria acaecida en estos años.
La disminución de la población en Castilla y León es proporcionalmente mayor que en España o en la Unión Europea, UE-15 y UE-25, y el envejecimiento de la población es tal que, sin el sistema de caja única nacional, el pago de las pensiones arrojaría un déficit de aproximadamente un treinta por ciento.
(Fuente: DECADENCIA DEMOGRÁFICA E INMIGRACIÓN EN CASTILLA Y
LEÓN. Jornadas: X Jornadas de Economía Crítica. Barcelona, 23 a 25 de marzo de 2006. Área: Economía regional y territorio. Autor: José Mª Martínez Sánchez (Universidad de Burgos))
[3] Nueva Economía. Más información on-line enhttp://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Econom%C3%ADa
[4] La alta temporalidad en los empleos cualificados disminuye notoriamente la productividad por empleado. Esta temporalidad es significativamente mayor en las grandes ciudades.
[5] El Análisis Interno del Plan de Acción, Comunicación y Puesta en Marcha del CAT elaborado por Accenture no incluye entre las universidades del entorno a ninguna universidad madrileña, pero cita las universidades de León y Burgos, a más de dos horas de distancia.