En los últimos años se ha producido un aumento de los residuos de a partos eléctricos y electrónicos (RAEE) debido a la creciente importancia de los ordenadores, tablets, móviles, calculadoras.., así como por la modernización de las comunicaciones. Sin embargo, muchos de estos dispositivos -también denominados E-Waste – son fabricados con materiales contaminantes (como fósforo, mercurio, cadmio o bromo) que, sin una adecuada gestión, provocan grandes daños al medio ambiente y a las personas que los manipulan.
El estudio de la iniciativa Solving the E-Waste Problem (StEP), realizado por una alianza de organizaciones de la ONU, empresas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales, ha sido el primero en reflejar un mapa de residuos electrónicos por países. este informe también promueve el reciclaje y la eliminación segura de piezas a menudo tóxicas. Así, las estimaciones del informe StEP apuntan a que, para el año 2017, la basura electrónica se elevará a 65,4 millones de toneladas, teniendo como dato de referencia que, en 2013, se produjeron casi 48, 9 millones de toneladas de estos residuos.
Entre las opciones que se tienen en cuenta para reducir los RAEE está la de extraer o separar de estos los elementos reutilizables -como el cobre y el hierro de los ordenadores, y de otros dispositivos-. De este modo, se consigue sacar el máximo rendimiento a sus componentes. Otra posibilidad es informar y sensibilizar a la población de las consecuencias de desechar la basura en los rellenos sanitarios, y sobre todo, concienciar a las personas sobre lo que implica comprar cada poco tiempo un nuevo aparato electrónico y otra posibilidad es la de generar basureros tecnológicos.
También tenemos que decir que con todo esto tiene mucho que ver la obsolescencia programada de todos estos dispositivos, ¿no deberían de durarnos más?.