En unos días me marcho a San Francisco, un destino emocionante para mí porque es una ciudad con personalidad, con una dinámica social muy fuerte, una estructura física cercana a lo que para mí podría ser lo ideal. Descansa sobre una bahía, al igual que otras ciudades como Manila, Sidney, Singapur, New York, Hong Kong, Nápoles,….o San Sebastián.
Después de encontrarme ayer de golpe en la televisión con dos reportajes seguidos deCallejeros, dedicados a Los Ángeles y Miami, y recordar sobre todo en el primer caso el libroPostmetropolis, hoy siento que tengo en la cabeza más viva que nunca la imagen de lo que una ciudad no debería llegar a ser nunca. Nadie pasea en Los Ángeles (salvo en la zona de playa), no es posible hacer recados ni encontrarse con gente conocida, y a la desconocida es mejor mirarla con desconfianza, porque alguien que pasea por la calle es una persona sospechosa, aunque se llame Robert Zimmerman o Bob Dylan. Tampoco nadie paseaba en Juarez cuando estuve por allí y eso era precisamente lo que generaba inseguridad, y la frase “vamos a dar una vuelta” en Bangkokes una excentricidad también. No es la gente en la calle lo que debería darnos miedo.
Me noto espeso, pero vuelvo al tema inicial, aprovechando que lo que principalmente quiero hacer en San Francisco es pasear. Una ciudad abierta al mar gana mucho para mí. Cosas de ser costero. Pero tampoco asegura nada. El caso es que la ruta no la llevaremos fija: entrada y salida en San Francisco, y el resto improvisar. Sausalito, Muir Woods, Berkeley, Oakland, Silicon Valley, Standford y a donde nos lleve la Highway 1, y no perder nunca de vista el mar.
Foto vía allym007.