Hoy se conocerá qué ciudad es la finalmente elegida para albergar los juegos olímpicos de 2016. Tokio, Chicago, Río de Janeiro y Madrid son las urbes aspirantes, todas ellas con representación política al más alto nivel en Copenague para intentar influir hasta el último momento sobre los miembros del Comité Olímpico Internacional. Esta claro los juegos olímpicos representa una gran oportunidad para la ciudad y el país que alberga la celebración de los mismos.
En términos económicos supone un inmejorable motivo para fomentar elevadas inversiones en infraestructuras deportivas, transporte, y vivienda (las famosas “villas olímpicas”). Por otro lado la afluencia extra de turistas esta asegurada durante el desarrollo de los juegos, con el consiguiente beneficio que ello conlleva hacia el sector servicios. Por no mencionar todo el dinero que se mueve en torno a publicidad y retransmisiones televisivas… A fin de cuentas, la celebración de unos juegos es algo que suele ilusionar y motivar a la mayoría de la gente, algo que, imperceptible e indirectamente también tiene su influencia sobre la actividad económica (se percibe que “hay negocio”).
En cuanto a impacto ambiental, sin conocer las iniciativas llevadas a cabo en los últimos juegos (bueno, ahora recuerdo las restricciones al tráfico y a la actividad industrial en Pekín para que los atletas no se vieran afectados por la contaminación…), supongo que se atenderá cada vez más esta cuestión: estimación de emisiones antes y después de los juegos, superficie artificializada, generación y gestión de residuos, etc. Y en consecuencia es previsible que se pongan en marcha medidas compensatorias de dichos impactos.
Pero desde una perspectiva sostenible me parece más interesante plantearse el sistema de elección de la ciudad ganadora. Con bastante antelación, unas cuantas ciudades presentan sus candidaturas para comenzar una frenética carrera durante la cual tienen que diseñar todo lo necesario para albergar los juegos; si van pasando las diferentes cribas, muchas de ellas comienzan a construir grandes infraestructuras, lo cual les hace ganar puntos de cara a la designación final. En este sentido, el motivo olímpcio es el impulsor de nuevas actividades, sin tener la certeza de que se va a ganar. Se trata de una apuesta, cuyo desenlace no es conocido. Pero aún así, se apoya con decisión desde estamentos políticos y empresariales. Al final sólamente una ciudad será la ganadora, teniendo el resto que ponerse a pensar qué hacer ahora con todo lo construido (algunas ciudades vuelven a presentarse una y otra vez hasta conseguir ser la ganadora…).
En fin, creo que es un sistema de lo más ineficiente, dando cabida a la creación de infraestructuras que son susceptibles de ser infrautilizadas, promoviendo importantes inversiones que obedecían a un fin que al final no se alcanzó, actuando antes de pensar y planificar. Ahí queda la reflexión; antes de termianr, un interesante mapa de todas las ciudades que han albergado unos juegos olímpicos:
En el hemisferio sur (salvo Australia) no hay negocio…