“¿Cuál es el mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos.”, Johann Wolfgang von Goethe
Desde la creación en 1969 de la red de computadores ARPANET, precursora de lo que actualmente conocemos como Internet, la red de redes ha vivido numerosas evoluciones. Seguro que sus creadores no podrían prever la verdadera repercusión que ha supuesto para nuestras vidas, cuarenta años después, la vertiginosa explosión que ha vivido Internet y todo lo relacionado con lo virtual.
Es, sin duda, la democratización de la red uno de los progresos más relevantes y que mayor impacto futuro continuará generando. Este fenómeno nace de las relaciones entre sus millones de usuarios a través de la red, donde conviven aportando opiniones, colaborando, mezclándose, mejorando constantemente las aplicaciones, en definitiva creciendo juntos y convirtiendo a la propia red en un gigante cada día más sólido, potente y vertebrador.
Las empresas que han sabido interpretar el fenómeno sociológico que Internet encubría han apostado por una cultura abierta, en red, capaz de potenciar la capacidad de innovación en productos o en servicios o de mejorar y optimizar la gestión por competencias de sus colaboradores. Estas empresas han demostrado que la democratización de las herramientas y procesos internos es un eslabón imprescindible que les ha permitido dinamizar procesos de intraempredizaje, mejorar las relaciones internas y externas, optimizar sus cuentas de resultados y en definitiva, con sus nuevas ideas, productos y servicios, contribuir a una sana regeneración del entorno que les rodea.
Una vez los ciudadanos, las organizaciones sociales y las propias empresas han comprendido la potencialidad de los avances que ha introducido Internet, ¿es posible que estos sean interiorizados también por las formas de gobierno?
Sin duda alguna un gobierno preocupado por sus ciudadanos debería observar y analizar los procesos que concentran la opinión y los esfuerzos de cientos de ciudadanos, en los que casualmente estos se sienten parte activa. Todos hemos sentido la necesidad, en mayor o menor medida, de participar en los procesos de toma de decisiones y de reflexión en los entornos que nos rodean, ya sea a través de asociaciones o en la universidad o en nuestros puestos de trabajo o simplemente en nuestro entorno familiar y de amistades. En todos los casos queremos sentirnos partícipes de la planificación de las próximas vacaciones, de la organización de la cena de Navidad o de la fijación del calendario de exámenes. Estos ejemplos ilustran como en nuestra vida diaria somos capaces de implicarnos en los procesos de gobierno cercanos. Cuando extrapolamos esa colaboración hacia estadios más próximos al gobierno regional, nacional o europeo, parece que no alcanzamos a encontrar medios más allá del voto o de la pataleta en los medios de comunicación, pero eso sí, siempre, y así lo demuestran las estadísticas, con muy poca confianza en nuestra capacidad de ser escuchados o de influir en las órbitas de gobierno.
Entre los gobiernos, sus instituciones y los ciudadanos que participamos de ellas, tenemos que explorar nuevos canales de intercambio de información, de comunicación y para ello no hay mejor ejemplo y campo de pruebas que Internet. Desde la iniciativa privada se han lanzado plataformas como Tus Ideas Ahora que tratan de impulsar esa comunicación. Avanzando en esa idea, liderados por la ciudadanía y acompañados por las esferas de gobierno habría que explorar la creación de foros de libre participación para el debate, el intercambio de ideas, elaboración de propuestas,… Un ejemplo a perfeccionar en esta vía son los “Think tanks” que son organizaciones de investigación, análisis e implementación de políticas públicas que permiten, generalmente a los ciudadanos vinculados al mundo académico o político, una interacción directa con el gobierno. Laapertura de este tipo de vehículos a todos los estratos de la sociedad, así como, una completa desvinculación de estos canales, que no de sus opiniones, de cualquier interés económico o político, permitirá compartir ideas, pensamientos e iniciativas. Conseguiremos así la generación de un pensamiento democrático y compartido vital para la salud de nuestras sociedades.
Pero nuestra colaboración no debe estancarse en el mero listado de propuestas sino que, si de verdad queremos que el gobierno abierto sea una realidad, debemos de involucrarnos en la elaboración de sus propuestas, asistiendo de forma activa en el planteamiento de las propuestas de mejora y los planes de acción correspondientes. Para ello los gobernantes tienen que ser capaces de abrir sus oficinas virtuales y reales a los ciudadanos.
Por supuesto que encontraremos ciudadanos que no se muestren dispuestos, a priori, a compartir ideas, a aportar soluciones o a adoptar un espíritu crítico con sus correligionarios políticos. Para ellos un gobierno abierto, capaz de explorar nuevas fórmulas de gobierno, de participación y colaboración ciudadana, de limpieza institucional y de agilidad administrativa, tiene que suponer un catalizador que ahuyente esa falta de corresponsabilidad.
Como era de esperar, este fenómeno comienza a florecer en los ámbitos de gobierno más cercanos al ciudadano. Experiencias como las de “Birmingham – Open City” nos hacen ser optimistas respecto a su extrapolación a otras capas del gobierno no tan cercanas al ciudadano. El día en que esto ocurra, el gobierno ya no será responsabilidad de unos pocos, sino que todoshabremos asumido nuestra corresponsabilidad en un gobierno que mira hacia el futuro.
A parte de la necesaria y constante presencia en Internet, desde estas líneas podemos destacar una serie de actuaciones a explorar y a las que dotar de herramientas capaces de estimular la democratización del gobierno y su consecuente apertura a una sociedad cada vez más participativa y corresponsable:
• Foros de discusión abiertos, tanto o más validos que los abiertos por los medios de comunicación, que canalicen y fomenten el deseo de hablar de las cosas y contribuyan a mejorar la cultura social.
• Mayor libertad individual en la adaptación de leyes al ciudadano.
• Monitorización de los datos.
• Implicación de los ciudadanos en el desarrollo y aplicación de las leyes.
• Colaboración de los ciudadanos, en concepto de promotores y usuarios finales, en la arquitectura institucional, así como en el rediseño del entramado administrativo.