Ayer se produjo la primera semifinal del torneo electoral de balonbildu que disputan la Fiscalía y la Abogacía del Estado frente al Tribunal Supremo y el Constitucional. Ganaron de goleada los del Supremo si bien, sorprendentemente, la Fiscalía y la Abogacía del Estado parecieron alegrarse más que los propios vencedores del encuentro.
El bildu fue pasando hábilmente de mano en mano e irremediablemente dio de bruces hasta nueve veces en la portería prohibida. La puerta contraria, a pesar del ensordecedor griterío de la hinchada mediática y política que acompañó en todo momento el encuentro y sus prolegómenos, se vio atravesada hasta en seis ocasiones por el bildu pero los intentos de los jueces más sensatos resultaron totalmente insuficientes y perdieron el partido sin posibilidad de remisión.
La imagen volvió a replicar con exactitud meridiana lo ocurrido en cuartos cuando el sortu se coló también hasta en nueve ocasiones en la puerta prohibida.
Todo está preparado para la gran final que se disputará con el apremio y la nocturnidad necesaria para evitar, según comentan los analistas más preparados, sorpresas indeseadas de última hora.
La simplona ironía de las líneas anteriores no resta ni un ápice de gravedad a lo que le está ocurriendo a la frágil democracia española.
En Euskadi y Navarra las elecciones municipales no serán universales ni plenamente libres. Esta vez no serán las armas de ETA las que desvirtúen los resultados. Lamentablemente, en esta ocasión van a ser los más importantes estamentos institucionales del Estado los que van a violentar el discurrir democrático de nuestra sociedad al impedir que fuerzas políticas poseedoras de una historia impecable de lucha contra el fanatismo etarra sean ahora víctimas de un estado de excepción electoral totalmente improcedente, desproporcionado e injusto.
No debe resultar sorprendente a nadie la creciente desafección de amplios sectores de la sociedad vasca con lo que representa España desde el punto de vista político hoy día, precisamente en estos momentos de esperanza cuando parece tocarse ya con las yemas de las manos el final de la pesadilla etarra.
La democracia en España ha de recorrer aún mucho camino para ser plenamente homologable a los ideales que representa. En las próximas municipales, si el árbitro del encuentro no pone un poco de orden, al agravio y la desnaturalización a la que son sometidos “legalmente” los millones de inmigrantes que conviven entre nosotros que no tienen derechos políticos y son considerados ciudadanos de segunda, se le sumarán ahora en Euskal Herria muchas otras decenas de miles de personas a las que se les ha mutilado su opción política de una forma arbitraria y totalmente cuestionable desde el punto de vista jurídico.