En los dos últimos años, muchas pymes han empezado a mirar su recibo del consumo eléctrico con otra lupa. La volatilidad del mercado ha convertido lo que antes era un coste con relativamente poco impacto y constante en una variable estratégica que afecta a márgenes, precios y planes de inversión. En ese contexto, los contratos de compraventa de energía a largo plazo (PPAs) han dejado de ser “tendencias” para convertirse en vías reales de estabilidad de costes y descarbonización.

Pero ¿Qué es exactamente un PPA?

Un Power Purchase Agreement (PPA) es un contrato de compraventa de electricidad a medio-largo plazo (típicamente 5–15 años) entre un productor renovable y un consumidor (o su comercializadora). Su objetivo es dar previsibilidad de precio y trazar el origen renovable de la energía. Por ejemplo, una empresa de frío industrial en Bizkaia firma un PPA con un desarrollador renovable: este instala placas en su cubierta y parking (on-site) o le reserva producción de un parque a distancia (off-site), y la empresa se compromete a comprar la electricidad a un precio estable durante 10–15 años; así amortigua la volatilidad justo cuando más consume, evita desembolsar la inversión inicial si es on-site (pagando solo por kWh generado y con opción de quedarse la instalación al final) y, si es off-site, mantiene su comercializadora habitual mientras el PPA le cubre el precio y le transfiere garantías de origen para acreditar consumo 100 % renovable.

¿Por qué es un buen momento?

Ahora que sabemos qué es un PPA, cabe preguntarse por qué es interesante para las empresas en general y para las PYMES en particular. La clave está en la volatilidad reciente del mercado. Aunque las pymes no suelen comprar directamente en el pool, su factura se mueve con él (por contratos indexados o por la revisión de precios al renovar). Un PPA permite sustituir parte de esa exposición por un precio más previsible y, además, acreditar origen renovable.

La  volatilidad de los precios queda sobradamente evidenciada por las series públicas de OMIE y REE (observables en el gráfico de elaboración propia que se muestra debajo). Esta variabilidad genera incertidumbre en la empresa porque no es capaz de prever efectivamente como van a variar los costes de producción. En este contexto, los PPA se presentan como una oportunidad para estabilizar esos costes y poder tomar decisiones a largo plazo con mayor menor incertidumbre.

Además, su adopción ha sido favorecida por la nueva regulación europea, que refuerza el incentivo a implantar esta modalidad de contratación ordenando a los Estados promover los PPA “con el objetivo de proporcionar previsibilidad de precios” y habilitar garantías públicas para superar barreras de acceso, especialmente relevantes para empresas con menor músculo financiero. Dicho de otro modo, el propio marco comunitario legitima el PPA como respuesta estructural a la volatilidad.

Figura 1: Precios diarios del mercado mayorista Español (2025). Precio spot (15-min, €/MWh)

Por si esto fuera poco, existe evidencia de que, en la práctica, la adopción de PPA en contextos de alta volatilidad como el actual beneficia indiscutiblemente a la parte compradora. Un artículo científico publicado recientemente en Energy Economics (2024) modela el valor de un PPA para el comprador, analizando el caso de España. Sus conclusiones pueden resumirse en tres ideas clave:

  • El PPA reduce la dispersión del coste eléctrico frente a ir 100 % a spot
  • Cuanto mayor es la volatilidad del mercado, mayor es el valor esperado del PPA para la empresa
  • Cuando el riesgo y el colateral se valoran con un modelo que refleja el perfil real del PP), las garantías pueden bajar de forma notable. En otras palabras, un PPA bien calibrado vuelve predecible parte del coste y evita poner más garantías de las necesarias.

La última idea es clave, y merece la pena ponerla en contexto. Cuando una pyme negocia un PPA, suele aparecer la pregunta del colateral: ese “depósito” que el promotor pide para cubrirse si, por ejemplo, los precios suben mucho y el comprador no puede afrontar pagos. Si ese depósito se calcula tratando el PPA como un swap genérico y sin mirar qué horas cubre ni cómo suaviza tu factura, la cifra sale alta “por si acaso”. Pero cuando el análisis refleja la vida real del contrato (precio pactado, volumen y franjas horarias en las que más expuesta está la parte compradora, y la reducción de volatilidad que te aporta), el riesgo que asumes es menor y, con él, baja la garantía necesaria. Es decir, el PPA deja una parte del coste más predecible sin obligarte a inmovilizar tanto dinero.

Esto se entiende muy bien con una metáfora. Imaginemos un contrato de arrendamiento de un coche. Si el arrendador no sabe cuántos días lo usarás ni por dónde circularás, te pide una fianza alta por prudencia. En cambio, si le dices: “lo quiero de lunes a viernes, trayectos cortos en ciudad, sin autopista”, entiende mejor el riesgo y reduce la fianza. Con un PPA bien calibrado ocurre lo mismo, cuanto mejor defines tu uso energético, menos colateral te exigen.

Los PPA como vehículo para la transición energética

Los PPA no solo ayudan a estabilizar costes, sino que también pueden acelerar la transición energética cuando el contrato está ligado a nueva capacidad. En tecnologías como la solar y la eólica casi todo el coste ocurre antes de encender la planta y producir cada kWh adicional cuesta muy poco. Eso implica que el riesgo clave es poder recuperar la inversión inicial.

Los bancos solo prestan a buen precio si prevén ingresos estables durante años para cubrir la deuda. Si todo el ingreso dependiera del precio del mercado diario, volátil y cambiante, el proyecto se percibiría como más arriesgado y, por tanto, más caro o con menor disponibilidad de deuda. Un PPA fija precio y volumen a 5–15 años, convirtiendo una parte del ingreso en predecible y reduciendo el riesgo del proyecto. En consecuencia, se abarata su financiación y se facilita la inversión en energía renovable.  De esta forma, se alinean incentivos: menos volatilidad para quien compra y mejores condiciones de financiación para quien desarrolla.

En conclusión, para una pyme, un PPA convierte una parte de la electricidad en un coste previsible y, al mismo tiempo, acelera su transición a lo renovable cuando está ligado a nueva capacidad. En un entorno de precios volátiles, esta herramienta reduce riesgo, mejora la planificación y puede abaratar la financiación de nuevos proyectos limpios.


Referencias


Ilustración: Steve Johnson