Post elaborado conjuntamente con Maite Martínez Granado
En un estudio realizado por Naider para la FECYT en base al análisis econométrico de los datos de 4.776 empresas a las que se ha hecho un seguimiento desde 2004 a 2008 (Panel PITEC), se concluye que un incremento de la inversión en innovación en las empresas españolas eleva las ventas finales en mucho mayor medida que el esfuerzo inversor realizado (El estudio completo y un resumen ejecutivo, se puede encontrar aquí)
Del análisis de los datos, se estima que la elasticidad de las ventas a la inversión en innovación es de 0,037. Esto implicaría, por ejemplo, que si en el País Vasco se invirtieran 258 millones de euros más en innovación empresarial (subida del 10%), la producción total vasca se elevaría en 4.332 millones de euros, aumentaría en más de 1.100 Euros anuales el PIB per cápita vasco y se crearían más de 18.000 empleos netos.
Los resultados observados demuestran de un modo patente que las inversiones en innovación son rentables para el país y para las empresas que las realizan. Sin embargo, la realidad nos muestra que el nivel de inversión de las empresas españolas y también de las vascas en este ámbito está sustancialmente por debajo de la que se observa en otros países europeos (índice Innovation Union Scoreboard de inversión empresarial de 0,25 y 0,50 en España y el País Vasco, frente a indicadores de 0,69 en Suecia, 0,56 en Dinamarca, 0,64 en Finlandia y 0,63 en Alemania) que podríamos elegir como referencia.
La explicación a este diferencial hay que buscarlo primeramente, en las propias características del tejido productivo menos especializado en actividades intensivas en tecnología en las que las inversiones en innovación son significativamente más rentables (el estudio refleja que el impacto en las ventas es un 229% mayor en este tipo de empresas). En segundo lugar y muy relacionado también con la propia estructura sectorial, es muy probable que las empresas españolas sean menos conscientes de los beneficios que se derivan de la innovación. Esta no es una tendencia presente sólo en España, sino que está asociada a la mayor complejidad de los procesos innovadores: en un reciente informe de NESTA (State of Uncertainty, Innovation policy through experimentation) se apunta a que las barreras más importantes a la innovación son la falta de información, la incertidumbre e incluso la ignorancia. Finalmente, en tercer lugar, las condiciones de entorno relacionadas con los propios mercados y los sistemas nacionales y regionales de innovación menos dinámicos y desarrollados pueden estar incidiendo en mayores riesgos (inversiones fallidas) para la innovación en España.
Las conclusiones de estos datos para la política de promoción de la innovación son claras. Resulta patente que las medidas de impulso a la innovación son claves en cualquier política industrial y deberían estar orientadas, por un lado, a sensibilizar a las empresas para que sean conscientes del potencial de negocio de la innovación y, por otro, a crear mejores condiciones de entorno que contribuyan a facilitar los procesos de innovación empresarial y a disminuir el riesgo inherente a los proyectos de innovación. En este apartado, resultaría especialmente relevante garantizar el acceso al crédito para que los proyectos empresariales de innovación encuentren la oportuna financiación que debería estar ligada a los beneficios esperados y no tanto al potencial del empresario para presentar garantías reales.