Los planes de clima y energía constituyen la principal herramienta de planificación estratégica en materia de energía y sostenibilidad. Su finalidad es organizar y coordinar las actuaciones necesarias dentro de un período determinado, garantizando que los recursos disponibles se empleen de manera eficiente para alcanzar objetivos previamente definidos.

Dado su papel esencial en la transición energética y en la reducción del impacto ambiental de las actividades humanas, es fundamental que estos planes sean rigurosos, coherentes y adaptados a la realidad del territorio o sector al que van dirigidos. Para ello, deben estructurarse en torno a una serie de principios esenciales que aseguren su viabilidad y su alineación con las necesidades sociales, económicas y ambientales. En el caso de la CAPV, el marco normativo que obliga a su realización está establecido por las leyes 4/2019 de Sostenibilidad Energética y 1/2024 de Cambio Climático y Transición Energética.

A continuación, se detallan los elementos claves para un plan exitoso extraídos de la experiencia de Naider en la elaboración y pilotaje de diversos planes energéticos y climáticos para administraciones locales y territoriales en la CAPV.

1. Análisis del marco normativo y regulatorio

Un plan energético debe estar alineado con la legislación vigente, tanto a nivel local, autonómico, estatal e incluso europeo. Es clave identificar:

  • Normativas de eficiencia energética y renovables aplicables en el territorio.
  • Obligaciones y límites legales en materia de emisiones, construcción sostenible, transporte, etc.
  • Posibles subvenciones, incentivos y mecanismos de financiación disponibles.
  • Condicionantes administrativos y permisos para la ejecución de las acciones.

2. Definición de objetivos y metas claras

Un plan energético debe partir de una visión clara y estructurada, estableciendo objetivos concretos, medibles y alcanzables. Estos deben estar alineados con las políticas públicas vigentes, las necesidades de los agentes implicados y los compromisos internacionales en materia de sostenibilidad y lucha contra el cambio climático. Además, se deben establecer metas intermedias que permitan realizar un seguimiento progresivo y ajustar la estrategia en caso necesario.

3. Diagnóstico sólido y basado en datos fiables

Para definir estrategias efectivas, es imprescindible realizar un análisis detallado de la situación de partida. Un buen diagnóstico debe incluir:

  • Evaluación del consumo energético actual, distinguiendo sectores/ unidades clave.
  • Balance de producción y demanda de energía, identificando la proporción de fuentes renovables y fósiles.
  • Identificación de ineficiencias y oportunidades de mejora (pérdidas en la red, edificios con alto consumo energético, etc.).
  • Tendencias y previsiones sobre la evolución del sector energético y sus implicaciones a nivel local o regional.

El acceso a datos actualizados, veraces y contrastados es un requisito indispensable para que el plan sea realista y efectivo.

4. Planificación co-creada con los agentes implicados

La transición energética involucra a una amplia diversidad de actores: administraciones públicas, empresas, ciudadanía, asociaciones y otros agentes clave. Según la ley que rija el plan, se definirán los agentes implicados, ya sean internos a la administración o de todo el territorio. Independientemente del ámbito, un plan energético debe diseñarse de manera colaborativa, garantizando la participación activa de todas las partes interesadas en su formulación, implementación y evaluación.

5. Actuaciones detalladas: ambiciosas, pero realistas

Las medidas deben estar bien definidas y contar con un análisis de viabilidad técnica, económica y social. Es fundamental que sean lo suficientemente ambiciosas para impulsar la transición energética, pero también alcanzables dentro del contexto normativo y territorial. Cada acción debe contar con objetivos medibles, plazos definidos y mecanismos de seguimiento que garanticen su implementación efectiva. Además, es clave considerar la flexibilidad necesaria para adaptarlas a posibles cambios en el entorno.

6. Planificación temporal escalonada y flexible

El plan debe establecer hitos concretos a corto, medio y largo plazo, permitiendo evaluar avances y adaptar las estrategias si es necesario.

7. Indicadores de seguimiento claros y medibles

El éxito de un plan energético depende de su capacidad para medir y evaluar el impacto de las acciones implementadas. Para ello, es esencial definir indicadores específicos, cuantificables y alineados con los objetivos estratégicos. Estos deben permitir un seguimiento continuo del progreso, facilitando la toma de decisiones basada en datos. Además, es clave establecer mecanismos de reporte transparentes y accesibles para todos los agentes implicados.

8. Adaptabilidad y resiliencia ante cambios futuros

Es fundamental diseñar el plan con escenarios de contingencia y estrategias de diversificación energética que permitan responder a imprevistos y cambios en el contexto económico, tecnológico y climático. La flexibilidad en la planificación facilita la integración de nuevas soluciones y la adaptación a normativas emergentes.

9. Cooperación con otros planes estratégicos

El plan energético debe integrarse de manera coherente con estrategias de movilidad sostenible, ordenación territorial y políticas climáticas para maximizar su impacto y evitar enfoques aislados. La coordinación intersectorial facilita la optimización de recursos, la creación de sinergias y la implementación de soluciones más eficaces.

10. Comunicación y sensibilización ciudadana y de los agentes implicados

Para lograr un apoyo social y sectorial sólido, es clave desarrollar campañas de concienciación dirigidas tanto a la ciudadanía como a los agentes implicados en el plan. Estas deben informar sobre los beneficios y la necesidad de la transición energética, promoviendo un cambio de actitud y compromiso. Además, es fundamental establecer mecanismos de participación que permitan a todos los actores involucrarse activamente en la toma de decisiones. La transparencia en los avances y resultados garantizará confianza, mientras que una estrategia de comunicación accesible y adaptada a distintos públicos facilitará su impacto y alcance.

Conclusión

Un plan energético eficaz debe ser técnicamente sólido, económicamente viable, socialmente justo y adaptable. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad de superar las barreras identificadas y de garantizar una ejecución coherente con los objetivos planteados.


Ilustración: Carrie Borden