Europa necesita invertir. Los informes de Letta y Dragui lo pusieron negro sobre blanco y se están dando importantes pasos en esta dirección. Me temo, sin embargo, que las iniciativas más relevantes que están en marcha ponen de relieve importantes contradicciones de la política europea.
En primer lugar, la Comisión Europea ha elaborado y publicado en enero de 2025 “la brújula para la competitividad de Europa“. En su primera hoja, la brújula realiza un crudo diagnóstico de la realidad que no deja dudas sobre la grave situación del paciente y se marca un muy ambicioso objetivo que evidencia la necesidad de invertir en la red eléctrica, en el sistema de movilidad, en múltiples planes sectoriales, en defensa, etc.
“Lo que está en juego para Europa no es sólo el crecimiento económico, sino el futuro de su modelo. Si Europa no aumenta su productividad, corre el riesgo de quedar atrapada en una senda de bajo crecimiento, con menos ingresos para los empleados, menos bienestar para los desfavorecidos y menos oportunidades para todos”.
“Europa debe ser el lugar donde se inventen, fabriquen y comercialicen las tecnologías, los servicios y los productos limpios del mañana, mientras mantiene el rumbo hacia la neutralidad climática”.
En segundo lugar, la misma Comisión, respondiendo a las demandas políticas para reforzar significativamente las capacidades de defensa, y en consonancia con su brújula de competitividad, ha presentado en marzo de 2025 el Plan ReArm Europe/Readiness 2030 en el que propone movilizar más de 800.000 millones de euros en gasto en defensa que, en su mayoría, vendrán de la flexibilización de las reglas fiscales nacionales, permitiendo a los países no contabilizar el gasto en defensa en el cómputo de sus sendas de gasto neto (un máximo del 1,5 % del PIB anual, durante un máximo de cuatro años).
Finalmente, Alemania, que está sufriendo con especial crudeza los problemas de competitividad y que está técnicamente en recesión desde comienzos de 2024, ha eliminado su propia limitación constitucional y está dispuesta a poner en marcha un gran plan de expansión fiscal de más de un billón de euros en los próximos diez años, incrementado significativamente sus inversiones tanto en defensa y seguridad, como en la mejora de sus infraestructuras.
En los tres casos, la necesidad de invertir queda patente, pero las contradicciones de la política europea, también.
Para invertir en defensa, Europa está en disposición de realizar una excepción similar a la que puso en marcha para combatir las consecuencias de una crisis estructural como la de la pandemia de Covid 19 y permitir que los países europeos se endeuden más de lo previsto por las reglas fiscales que entraron en vigor en abril de 2024 . Sin embargo, para corregir el gran problema de competitividad que lastra el futuro y el bienestar de la ciudadanía pone encima de la mesa una brújula. Esta marca el camino a seguir, pero no aclara de dónde saldrán los recursos económicos para atajar el grave retraso en innovación y resolver las evidentes contradicciones entre descarbonización y competitividad. En mi opinión, y en consonancia con los informes de Letta y Dragui, Europa necesita con urgencia fondos adicionales para invertir porque ya no basta sólo con más coordinación, más proteccionismo, nuevos planes, estrategias y leyes y promesas de menos burocracia.
La esperanza de que esto será así viene del paso dado por Alemania. Su política fiscal expansiva, a pesar de la cláusula de escape para las inversiones en defensa, entra en clara contradicción con las reglas fiscales europeas (Alemania pasaría del 63% de deuda sobre PIB en 2024, que ya está por encima del estándar establecido, a un ratio de largo plazo por encima del 100%; ver Bruegel “Germany´s fiscal rules dilemma“). No cabe duda, sin embargo, que el choque de trenes entre Alemania y la Comisión se resolverá a favor de la primera. Resulta imposible imaginar que las promesas del nuevo gobierno de coalición alemán respaldado por las urnas y su Parlamento se quede en nada con la excusa de que es imperativo cumplir las normas europeas.
Por otro lado, no resulta realista pensar que la Comisión esté dispuesta a poner en riesgo la propia unidad europea en una situación en la que puede tener la razón jurídica, pero no la fuerza de la razón: Europa necesita invertir, Alemania tiene capacidad para hacerlo y, además es bueno para todos los países sin excepción como ya están descontando los mercados financieros.
En cualquier caso, esto no quita para que sea un buen momento para que los países que tuvieron que soportar los rigores de las recetas de austeridad en tiempos recientes, impuesta entre otros por Alemania, señalen la doble vara de medir que se utiliza cuando la crisis afecta directamente a los más poderosos.
¿Cómo se resolverá el problema finalmente? Nadie lo sabe, pero, a corto plazo, lo más sencillo y directo sería que la Comisión arbitrara una cláusula de escape de las reglas fiscales que dé libertad a todos los países para invertir en competitividad del mismo modo que ya se ha permitido para los gastos de defensa. De este modo se dejaría a Alemania vía libre para desplegar sus políticas y se abriría la puerta a las necesarias inversiones de países como España, Francia e Italia cuyos presupuestos están muy limitados por las reglas fiscales europeas (su volumen de deuda pública está por encima del 100 de su PIB en 2024), quedando todos en igualdad de condiciones.
A largo plazo, sin embargo, Europa tiene que reflexionar de nuevo sobre la idoneidad de sus reglas fiscales. Como ya se demostró con la gran depresión de 2008 y, queda más que patente con la situación actual, éstas sólo son “palos en las ruedas” que dificultan y ralentizan la lucha contras las situaciones de crisis grave y acaban, además, poniendo en riesgo la propia unidad europea.
Es el momento de reconocer de manera definitiva que las reglas fiscales y la propia gobernanza económica europea no sirven. Me temo, sin embargo, que los países de la Unión están muy lejos de estar preparados para ceder soberanía y avanzar en la construcción de una Europa más federal que es la verdadera y, casi con seguridad, la única solución efectiva para que el “Viejo Continente” pueda seguir teniendo un papel relevante en el concierto mundial de países. De momento, me temo que habrá que conformarse con una solución a corto plazo que habilite medios para poder invertir.
Ilustración: Li Zhang